Santiago vibra a ritmo de tradición

AL SOL

Paco Rodríguez

Galicia e Irlanda se dieron la mano en el sexto Certame Folk

23 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La Berenguela acababa de tocar las seis de la tarde y A Quintana ya vibraba. Apenas era un ensayo, pero la emoción brillaba en cada una de las sonrisas que arrancaba Milladoiro. Sin iluminación, sin florituras, sin ese halo misterioso de las noches al abrigo de la catedral, tocaba. Tocaba como si se le fuese la vida en ello. Y detrás, un grupo de 20 jóvenes danzaba. Y danzaba también como si se le fuese la vida en ello. Sin el vestuario, sin las luces, sin la pompa del espectáculo. Y el público se agolpaba ante el escenario del Certame Folk. Y se iban los pies al ritmo de la música. Y se iba una sonrisa, un gesto de sorpresa. Era solo un ensayo, pero ya adelantaba lo que estaba por llegar.

Milladoiro, con 40 años de música tradicional a sus espaldas, no defraudó. Nunca defrauda. Ni siquiera en ese ensayo de las seis de la tarde que fue sustituido poco después por las locuras de Samantha, Josefa y Rino, que tenía ganas de correr. Y con su cuerno molestaba a todos. A mayores y a pequeños. A peregrinos despistados y a los que pedían las primeras cervezas de una noche que se prometía larga. Hakuna Matata era el broche final de una programación infantil que daba esa vocación familiar tan necesaria en los festivales de música tradicional.

«É importante que haxa música de raíz en eventos destas características», afirmaban Lagharteiras durante su actuación junto a Ghaveta. Simplemente, para dar visibilidad del inmenso patrimonio inmaterial de Galicia a gallegos y también a turistas. Ghaveta y Lagharteiras propusieron un viaje sonoro por todas las Galicias que atesora este país, desde la costa a la alta montaña. De sur a norte. Hasta llegar muy al norte. Al mar de Irlanda,

Porque después de la singladura musical por Galicia, le llegó el turno a la Dominic Graham School. Su formación al completo se subió al escenario de A Quintana y bailó. Bailó uno de los bailes más complicados del mundo, junto al ballet clásico. Y también enseñó a bailar a todos los que se atrevieron a coger de la mano a alguno de los integrantes de este grupo. Y entonces, cayó la noche. Y llegó una despedida que tenía el sabor dulce del reencuentro.

Volvía Milladoiro a un escenario que no había pisado durante un lustro. Y lo hacía por todo lo grande. Volvía esa Galicia de Maeloc. Esa «fonte da que todos os músicos bebimos nalgún momento», explicaba un emocionado Xabier Díaz. Y arrancó a tocar la leyenda. No se lo perdió ni la Berenguela. Que tañó con ellos las once campanadas.