Una primavera cruel (A. Mon, Cal Pardo, P. Mariño)

A MARIÑA

04 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cinco siglos antes de Cristo, Herodoro de Heráclea escribió que los Cynetes poblaban una región de Iberia que se encontraba apartada hacia el ocaso del sol. Tal noticia la obtuvo a través de marinos y comerciantes griegos. Todavía eran desconocidos los promontorios que Roma denominó como: Sacro, Magno, Nerio o Ártabro y Trileuco. Plinio señalaba que el océano Gálico comenzaba en el cabo Olisiponense o promontorio Magno, de tal suerte que los pueblos Cynetes -entre ellos los Gletes- llegaban hasta el promontorio Oestrymnio.

Tales afirmaciones las recojo de la obra «Galicia Antigua» de Celso García de la Riega, publicada en 1904. No hay duda que somos, los del norte, gallegos y mariñanos, descendientes de los Celtas, un pueblo viejo, temeroso de la mar y admiradores del fenómeno solar que se baña en nuestro Fisterra. De ahí la influencia que tiene para nuestra vida la luz y sus diferentes fases. Todo ello, nada tiene de estrafalario. Desde La Candelaria-Imbolc- hasta San Juan-Litha- nuestra primavera es un corollarium; nunca mejor dicho, ya que deriva de corolla -pétalos de las flores-, que van desde el blanco, pasando por amarillo de la flor do Toxo, y aquí en A Mariña, en nuestras Atalayas, esas silvestres «uñas de gato», hasta llegar a las hermosas hortensias, sin olvidar la flor de nuestros pazos, la camelia. Ello sí es variopinto.

Tal espectáculo de vida, este año ha sido cruel. Se ha llevado para siempre a gentes del país, comprometidas con nuestra cultura, tocados por aquello que algunos señalan como carisma. Pero, como buenos descendientes de Druidas y creyentes en leyendas de Mouras, Gnomos y Trasgos, sabemos de la inmortalidad de sus espíritus que podemos sentirlos en Carballeiras o Soutos, y desde luego entre las aguas de nuestras rías con playas de mica y caolín.

Por eso escogimos ser Os Aventados. Hijos del viento. Su fuerza nos estimula a buscar nuestros orígenes, enseñarlos y trasladarlos a las próximas generaciones. Desde el amor a la madre tierra-Isis- hasta el compromiso de guardianes para el Santo Grial-Percebal y O Cebreiro- de nuestro idioma, de tal suerte que nuestro Día das Letras Galegas, va mucho más allá de un 17 de mayo.

Esta primavera se quedaron dormidos los mejores. Arcadio Mon, un músico integral; profesor, compositor, intérprete. Cal Pardo, hombre de Dios, custodio del mágico Mondoñedo y su hermosa Catedral, investigador y formador de conciencias cultas y decentes. Pablo Mariño, fotógrafo de paisajes y personajes, con encomiable dignidad hasta los momentos más complicados en esa vida.

Tiene razón nuestra vicepresidente y portavoz, Otero Regal. En Galicia sólo se logra reconocimiento cuando se muere. Será por el culto a la Santa Compaña. Será, tal vez, por la sobriedad del románico que nos rodea.