Ruinas literarias

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

MONDOÑEDO

04 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Estuve en Mondoñedo representando al Ayuntamiento de Ferrol en un homenaje a Álvaro Cunqueiro con motivo del 41.º aniversario de su muerte, el 28 de febrero. Un honor la representación y un placer recordar y escuchar hablar de Cunqueiro a gente que lo ha estudiado y que por eso lo admira.

Después del acto literario di un paseo por Mondoñedo y todo el pueblo me pareció inventado por Cunqueiro. Su huella está en cada esquina porque su palabra lo sigue manteniendo parado en el tiempo en que él lo habitó. Y metido de lleno en el mundo cunqueireano, me decidí a recorrer en coche lo que el escritor llamaba las Tierras de Miranda, que es, en la realidad, el territorio que abarca el municipio de Pastoriza, entre Meira y Mondoñedo.

La carretera está rodeada de senderos y vericuetos, que son aquellos por los que el mago Merlín paseaba su sabiduría entreteniendo con sus historias a las delicadas princesas que venían a visitarlo.

Lo que no encontré fue a alguno de esos personajes de Cunqueiro (labradores, artesanos, capadores, curanderos…) que inundan su literatura y que representan como nadie la tipología rural gallega. Porque no olvidemos que Cunqueiro nos ofrece en tres libros importantes —Escola de menciñeiros (1961), Xente de aquí e de acolá (1971), Os outros feirantes (1979)— una prueba incontestable del interés y curiosidad que sentía por cuanto sucedía en la vida diaria de las gentes de su tierra. En ellos, además del gran nivel literario que muestran, descubrimos con total naturalidad el valor antropológico del alma gallega y su proyección universal.

Cunqueiro hace buena aquella afirmación del gran escritor portugués Miguel Torga, según la cual «lo universal es lo local sin fronteras».

Y llegué adonde quería llegar, a una aldea que se llama Loboso, donde ya había estado en otra ocasión, pero ahora quería fijarme bien y con todo detalle en la casa de Melle, un viejo caserón abandonado que protagoniza un relato de Cunqueiro, del libro Escola de menciñeiros, el titulado «Melle de Loboso».

Desde una pequeña loma frente a la casa familiar del tal Melle (que Cunqueiro visitó alguna vez desplazándose desde Mondoñedo y atravesando a caballo la sierra de «A Corda»), pude entender perfectamente lo que es el «Realismo mágico» sin necesidad de acudir a los novelistas hispanoamericanos. En ese relato Cunqueiro cuenta que un vecino de Loboso, de nombre Melle, siendo ya muy mayor, se empeñó en aprender a escribir para, una vez muerto, poder mandar noticias desde el Más Allá.

Para que no hubiese dudas, las escribiría en papel de barba, que habían de meter en el féretro, juntamente con varios lápices bien afilados.

Murió Melle y todos sus parientes estuvieron muy atentos a cualquier aviso escrito que pudiera llegar no se sabía cómo. Al cabo de un tiempo, en un huevo de gallina, el sobrino encontró un papel con este mensaje: «Arreglad la chimenea. Tu tío que lo es Victoriano Melle».

Días más tarde, un vendaval alocado derribó la chimenea de la casa. Y ahí estuve yo un buen rato, con cara de asombro, contemplando aquella que fue una noble chimenea, caída sobre el techo abandonado desde aquel temporal de cuya llegada sus familiares estaban avisados.

El viejo Melle, anticipándose al hombre del tiempo del telexornal, hizo lo que pudo. Pero ya se sabe, los jóvenes no le hicieron ni caso. Sólo Cunqueiro veía con naturalidad las cosas de vivos… y muertos.