El hospital

AROUSA

TRIBUNA PÚBLICA | O |

27 sep 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

NUNCA he entendido muy bien la frase "hacer política" pero siempre he respetado a los cargos electos ya que deben ser la representación de los ciudadanos. Probablemente por mi propia inocencia siempre he pensado que un acuerdo se pacta con una mirada de frente y se rubrica con un apretón de manos. Se me hace difícil entender qué ha ocurrido con nuestro hospital, con una necesidad probada con datos oficiales, demandada por la sociedad y por los profesionales y corroborada por nuestros representantes. Probablemente me cuesta aceptar que lo que es evidente para la mayor parte de la sociedad, no lo es tanto (o más bien no lo consideran) para los máximos representantes de nuestra comunidad. Tres años solicitando una ampliación a todas luces necesaria y seguimos en la misma situación. El primer conselleiro de Sanidad, el Sr. Cochón miraba hacia otro sitio, como si los problemas no fuesen de su incumbencia (apostando eso sí por la falta de respeto). El segundo conselleiro (D. José Manuel González) incumplió un acuerdo que presentó a bombo y platillo (plan funcional) pero al que no dejó asignado ni un solo euro, y de la tercera conselleira (Dña M. José Rubio) seguimos esperando una respuesta (a pesar de que durante la campaña se anunció también que ellos ejecutarían una obra muy necesaria). La falta de dinero es una simple justificación carente de contenido; la inversión necesaria en nuestro hospital es una nimiedad en relación a los presupuestos de Sanidad. Tal vez sea que cuando alguien accede a puestos de tal relevancia debe abandonar su palabra. Nos preguntamos: ¿qué hacer?. Siempre hemos defendido lo que consideramos necesario y justo para un área sanitaria como la nuestra; nunca hemos pedido nada que exceda a lo que disponen en otras áreas sanitarias, por tanto volvemos a hacer un llamamiento a las autoridades para que no volvamos a caer en el olvido, para que no dejen que la atención sanitaria de nuestra comarca se deteriore y para que nuestros pacientes tengan lo que se merecen. Por una vez les rogamos que abandonen sus colores y escuchen las demandas de la población, ratificadas por sus representantes locales y avaladas por sus profesionales. Si todos estamos de acuerdo, incumplir las promesas significa plantearse seriamente ¿a quién creer...? Tato Vázquez