La poesía que alimenta el alma y viste el cuerpo

AROUSA

01 oct 2014 . Actualizado a las 04:44 h.

Sobre las tapas del libro, de color arena, han caído unas gotas de pintura roja. Están ahí, justo sobre las letras mayúsculas que advierten de que tenemos entre las manos, acurrucado, un ejemplar único. Que la Pequeña oportunidad de arder que sostenemos es algo singular, salta a la vista. Es un libro ligero y hermoso. Una joya de papel cuya belleza se incrementa -así debe ser- a medida que pasamos las hojas y descubrimos las palabras que Vera Eikon ha medido y afinado una y otra vez.

Vera Eikon, o Verónica Hermida, es una vilagarciana que lleva toda la vida amando las letras. Las palabras, cuando son de otros, las devora con la pasión de los grandes lectores. Y cuando son las suyas, las echa fuera para evitar ser ella la devorada. Durante mucho tiempo, Vera Eikon se volcó en la prosa. Luego, hace no tantos meses, se adentró en el mundo de la poesía. Llamó a la puerta a través de su blog y, una vez traspasado el umbral, descubrió que había entrado en un campo «que puede resultar obsesionante».

Sin darse cuenta, se encontró Vera Eikon con una colección de poemas que llevaban su firma. Comenzó a ordenar esos mimbres, intentando armar un libro. Y entonces, por cosas del azar y de Internet, se tropezó con Gabriel Viñals. Este valenciano, editor y artista, lleva años buscando poetas que remuevan sus entrañas, que agiten su espíritu y que con sus palabras le sugieran imágenes. Algo sintió cuando leyó los versos de Vera Eikon, porque no tardó nada en proponerle colaborar en la creación de algo único.

Así nació Pequeña oportunidad de arder. Un libro diferente a todos los qdemás, se lo aseguro. El octavo título de la colección Poética y Peatonal es una obra en la que todas las palabras han sido destiladas (sublimadas, purificadas) hasta dar con la forma perfecta. Con el verso único e irrepetible con el que Vera Eikon intenta tender puentes hacia esa realidad que nos envuelve y que no siempre vemos.

Tras leer y releer los 25 poemas que forman el libro, Viñals irrumpió en el proceso creativo para hacer su parte. A él le correspondía, además de dar forma al contenedor de papel que acoge las palabras de Vera, sintetizar en una imagen cada una de las composiciones. Así nació una colección de 25 cuadros que no se podrán ver más que en la calle. Porque, tal y como señala Viñals en su bitácora digital, «desde hace más de 20 años pinto casi exclusivamente sobre camisetas. Camisetas que uso, que usan los míos, mis amigos, sus hijos...». Y ahora, también, los amigos de Vera Eikon, que han agotado en un suspiro los 25 ejemplares editados de esta obra peculiar y polifacética que alimenta el espíritu y viste el cuerpo.

Quizás el secreto del libro es el respeto mutuo que la poeta y el pintor sienten por el trabajo del otro. Él habla en su web de los mil horizontes que descubrió -o de las mil maneras de descubrir el horizonte- gracias a la novel escritora gallega. Ella lo reverencia como a un maestro que le ha ayudado a hacer evolucionar su poesía. «Ha sido una experiencia muy enriquecedora», dice Vera Eikon. Tras ver publicado, casi sin tener tiempo a pensarlo, su primer libro, se resiste a hablar de planes futuros. A fin de cuentas, ¿para qué hacer planes? La vida va presentándosenos poco a poco. En cada pequeña ocasión de arder que nos brinda. De nosotros dependerá, no desaprovechar esas llamas.