Escenas terroríficas a la puerta de casa y hasta en la sopa

AROUSA

Los ancianos del asilo recordaron su infancia confeccionando cabazas.
Los ancianos del asilo recordaron su infancia confeccionando cabazas.

01 nov 2014 . Actualizado a las 04:50 h.

Acostumbrados a los zombies de la tele, tenía ayer su encanto encontrárselos a la vuelta de la esquina. Porque lo de Halloween o Samaín, que es algo así como la versión americana y la bravú de unas tradiciones primas hermanas, se ha extendido de tal manera que casi le gana la batalla al Carnaval, que ahora ya no tiene que luchar solo contra la Cuaresma, sino también contra todos esos seres terroríficos que parecen salidos de Walking dead. Y así hubo calabazas y caveiras, brujas y muertos vivientes, sangre y despojos por todos los rincones de la comarca. Hasta en la sopa, que fueron muchos los niños que comieron disfrazados de fantasmas tal y como habían vuelto del cole.

Lo más tradicional

El Samaín a la antigua usanza se celebró en Catoira, cuya procesión de caveiras es ya un clásico en su decimoquinta edición. Toda la villa, comercios incluidos, se convirtió en un decorado de película de terror para finalizar la jornada en una fiesta que pretende recuperar la tradición celta de un pueblo que más bien se caracteriza por sus episodios vikingos. Pero el mestizaje es lo que te tiene.

Talleres y maquillaje

A la manera tradicional se vivió también la jornada en A Illa, con un desfile que sustituyó la sangre por el chocolate caliente, y en O Grove, con obradoiros y juegos populares con los que se pretendía no solo divertirse, sino también dar a conocer a la población una tradición autóctona que parecía perderse. Que se lo digan sino a los residentes del asilo Divina Pastora de Vilagarcía, que seguramente habrán recordado sus correrías infantiles en el taller de decoración de calabazas organizado en el centro.

Zombies

Más contaminado por la pantalla, la segunda edición del Survival zombi revolucionó en la tarde de ayer la explanada del auditorio. Una guerra por la supervivencia entre fiambres y humanos en la que los participantes casi se mueren de risa.