O carriño da chinchola, cando ri e cando chora», decían los mayores del lugar. Y el dicho se le podría aplicar perfectamente a Claudia Gomá, pero es que a esta alumna del colegio Arealonga le sobraban ayer motivos para pasar del más profundo de los enfados a la euforia en cuestión de segundos. Vayamos por partes, para no adelantar el final. Claudia tenía ayer el festival del colegio e iba a bailar, que es una de las cosas que más le gustan. Pero a Claudia también le gusta dibujar, afición esta última que tiene mucho que ver con la historia que le vamos a contar. El caso es que estaba ella esperando para subirse al escenario y sus padres la fueron a buscar al colegio con la excusa de que tenía que firmar unos papeles. Se pueden imaginar el disgusto con el que llegó al mediodía al auditorio, donde tenía que realizar los supuestos trámites. Aún por encima la hicieron esperar. Por allí estaba la concejala Rocío Llovo, que estuvo hablando con ella. Y ni ante la autoridad municipal fue capaz Claudia de disimular su cabreo.
La sorpresa
Por fin, a eso de las doce y media, la hicieron pasar a la sala de prensa, y allí encontró ella explicación y consuelo a todos sus desvelos. Por todas partes figuraba el trabajo que había presentado al concurso del cartel de la Cabalgata de Reyes. ¡Claudia era la ganadora! No se lo podía creer. «Yo no pensé que me fuese a tocar a mi entre tantos», dijo nerviosa, y la emoción ya empezaba a dejarse notar en su voz. Acompañada por sus padres y por su abuela recibió la felicitación de la concejala y del jurado, que reconoció que no había dudado un momento en elegir su dibujo como ganador. «Los teníamos todos tirados por el suelo, porque se presentaron muchos, y el tuyo destacó desde el principio». Ella, emocionada, reconoció que su padre le había ayudado en el diseño, pero dejando claro que el dibujo era cosa suya. Y después de ver que su diseño se iba a repartir por toda la ciudad, admitió que había valido la pena perderse el baile.
Y la traca final
Claudia ya se iba feliz, pero faltaba la sorpresa final, el regalo. Y cuando la niña abrió el paquete y se encontró con una maravillosa tablet, ya no lo pudo resistir más y se echó a llorar. Se abrazó a Rocío y los llantos contagiaron todo el auditorio. Si existe el espíritu navideño, estaba allí.