Sangre

Manuel Blanco MI TERRITORIO

AROUSA

15 ago 2015 . Actualizado a las 11:37 h.

La sangre es una paradoja en sí misma. En ocasiones no representa nada. Apenas un líquido. Un fluido clave en lo fisiológico, desprovisto sin embargo de aquello que lo diferencia: su carga emocional. Con este equipaje a bordo, sin embargo, la sangre puede llegar a serlo todo. El combustible de un pequeño gran territorio colectivo que, para aquellos que tienen la fortuna de disfrutarlo, se transforma en la defensa impenetrable de tu castillo. En la red de seguridad que te auxilia cuando todo se derrumba.

Les cuento esto porque hoy mis tíos, Pili y Manolo, Manolo y Pili, celebran sus bodas de oro. Y el grueso de la tribu se va a reunir para celebrarlo. Habrá toneladas de comida -les garantizó que algún domingo de playa de mi infancia daría para una edición completa de Master Chef-, multitud de carcajadas y un volumen de decibelios que nada tiene que envidiarle a un concierto de AC/DC. Qué le vamos a hacer, la familia salió ruidosa...

El caso es que nos vamos a juntar todos. Y va a ser así porque mis tíos y tías le han dado sentido durante décadas a la palabra sangre. La han llenado de vida. Cada uno de ellos, a su manera, ha aportado su granito de arena para construir la familia. Para sostenerla en pie.

En los buenos (que han sido miles) y sobre todo en los malos momentos. La fortaleza de una familia se mide cuando todo se tuerce. Cuando lo más fácil, lo que pide el cuerpo, es romper con todo y desdeñar el vínculo de la sangre. Yo tengo la fortuna de pertenecer a una familia que ha escalado montañas bien altas, que decidió explorar la vía de la unión siempre y en todo momento.

Y ahora, en ocasiones, algunos convecinos sostienen que somos un clan. Algunos lo dicen con cariño. Otros con ese tono bajo el que que subyace una combinación de desprecio y envidia. Puede que sí, que seamos un clan. Y yo, particularmente, me siento muy orgulloso de ello. Esa es la lección que aprendí de mis mayores. Y la herencia más valiosa que me quedará, espero, hasta que me vaya felizmente a criar unas cuantas malvas. Saber que siempre estarán ahí. Caminando a mi lado. Hoy brindaré por ello. ¡Felicidades Pili! ¡Felicidades Manolo!