«Cuando se piensa y se define un vino no se piensa en el sexo de las personas»

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

La enóloga apuesta por seguir trabajando para que el sector vínícola sea también «un mundo de mujeres»

25 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Paula Fandiño es la enóloga responsable de Mar de Frades, y también una de las mejores profesionales de su campo, según recoge la web británica The Drink Bussines. Reconoce que el suyo es todavía un mundo de hombres, pero cree que cada vez más las mujeres están encontrando su hueco. El sector se está modernizando, también, para acabar con ese elitismo que le impedía acercarse a ciertos consumidores.

-¿Cuál es el trabajo de una enóloga?

-Pues tenemos que tener control sobre el vino y la botella durante todo el año. Es importante en agosto el embotellado, pero también el ensamblaje y la fermentación después de la vendimia. A lo largo del año, hacemos cata diaria de todos los vinos con el fin de saber diferenciar qué vinos se pueden ensamblar perfectamente para lograr ese coupage que es Mar de Frades.

-Mar de Frades ha sido una de las primeras en elaborar espumosos al amparo de Rías Baixas.

-Fuimos buscando la forma de experimentar con esta variedad. Empezamos en el 2009 a elegir un vino base, con el que después elaboramos en el 2012 los primeros espumosos que pasaron cata en Rías Baixas y que llegaron al mercado.

-La experiencia ha sido buena, ya han recogido algún premio.

-Podemos decir que acabamos de empezar y que en estos cinco años hemos aprendido mucho. Nuestras sorpresa es que ya hemos tenido reconocimientos y que estamos exportando. Los espumosos en general están subiendo y tienen mucha aceptación entre el público joven y eso ha ayudado a que variedades aromáticas como el albariño encajen en estos vinos. Pero seguimos investigando. Ahora estamos estudiando la burbuja, la espuma, cómo conseguir tener una fina capa de espuma que baje rápidamente.

-Este año ha sido reconocida como una de las mejores enólogas.

-Ha sido una satisfacción y un reconocimiento, pero también una responsabilidad. Una prueba de que nuestro vino sigue estando a la altura de lo que se esperaba.

-¿Es difícil para las mujeres hacerse un hueco en su profesión?

-Yo creo que hay parte del camino andado. La accesibilidad es mayor, pero queda seguir trabajando y abriendo camino para que en veinte años podamos decir que este es también un mundo de mujeres.

-¿Pero se sigue hablando de vinos para mujeres?

-Ya cuando se piensa en elaborar un vino no pensamos en uno para mujeres, más que nada porque no se lo beben solo mujeres o solo hombres. Cuando se perfila y se define un vino no se piensa en el sexo de las personas, piensas en la globalidad.

-Aún así, sigue habiendo cierto machismo, como lo de ofrecer la carta de vinos siempre a los hombres.

-Hay de todo. Sí que es cierto que casi siempre se la ofrecen al chico, pero también notamos que eso está cambiando. Como consumidora, me encuentro con que, por lo menos, la mitad de las veces preguntan y eso ya es un logro.

-Conserva también este sector algo de elitismo.

-En los últimos años hemos visto que han aparecido muchos vinos y que le han dado la vuelta a otros más antiguos en su presentación y en sus etiquetas. Se han hecho modernos y transgresores y ese es el primer paso para que ese mundo elitista del vino se haya roto y nos hayamos acercado al consumidor. Se ha avanzado mucho y cada vez más se está perdiendo el miedo a pedir un vino porque no sabe.

-Fueron los primeros en dar ese paso, con una botella azul.

-Eso fue un atrevimiento y fue muy criticado. Que si la botella no era la adecuada, que si no había vino... pero nos ayudó a que se nos conozca, a que se acuerden de nosotros. Si no tienes un buen contenido, de nada sirve tener una botella azul.