Chuchi, Pampín y El Callejón del Viento

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la Torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

VITOR MEJUTO

En Nochebuena, recordamos a quienes nos dejaron y nos hacían la vida más llevadera

24 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Nochebuena es ese momento del año en que más nos duele acordarnos de los familiares, amigos y vecinos que ya no están. Llevado por esa nostalgia trufada de melancolía, en estas fechas suelo leer antiguos Callejones del Viento. Recuerdo así a personajes de Vilagarcía con quienes ya no te puedes encontrar al pasar por la calle Juan Francisco Fontán, ese callejón que une Rey Daviña con A Mariña, donde viví varios años y donde nació esta sección tras una noche de terrible tempestad. El huracán había azotado de lo lindo y al día siguiente, recogiendo un paquete, un funcionario de Correos, al ver la dirección, se compadeció de mí e inspiró este cliché: «Menuda noche habrá pasado usted viviendo en lo que aquí llamamos El Callejón del Viento».

El caso es que releyendo callejones, me he emocionado al encontrar uno titulado Cuando el Rey era Juanito en el que cuento un paseo con mi amigo y compañero de instituto Elías Lamelas, que ya no está con nosotros. Elías era cónsul de Filipinas en Galicia, toda una personalidad, y con él fui recorriendo lugares emblemáticos de la ciudad y encontrándonos con amigos entrañables. Estuvimos tomando unos vinos en A Baldosa, comimos en El Pequeño Bar, cuyo cierre ha dejado el centro de Vilagarcía huérfano de restaurantes puros, sin tapería adosada, y acabamos en el único casino, liceo o club social del que me hubiera gustado hacerme socio: el Real Club de Regatas de Vilagarcía de Arousa, que a Elías y a un servidor, al fin y al cabo profesores de Literatura, nos parecía recién salido de una novela de Chesterton o Wilde.

Ninguno de los dos éramos socios, pero quién le iba a negar la entrada en un club tan dickensiano al cónsul de Filipinas. Así que nos arrellanamos en un sillón chéster, tomamos café en tazas de porcelana inglesa, que descansaban sobre exquisitas mesas de madera de la India, curioseamos con deleite una inigualable colección de novelas y tratados escritos en la lengua de la reina Victoria y nos fijamos en cuatro fotografías en blanco y negro: una dedicada por Franco en 1949, otra dedicada por Juan de Borbón, una tercera con la rúbrica de Camilo José Cela y la que más nos llamó la atención, una foto tesoro en la que el rey Juan Carlos, siendo un mozalbete, firmaba de su puño y letra: Juanito.

Reconfortados con el café y creyendo haber pasado un buen rato en un rincón de Londres, nos acercamos a El Callejón del Viento. Allí saludamos a Pepe Pampín, que tampoco está ya con nosotros, a Lolita, su mujer, y a Majo, su nuera: María José Mesejo, como ella dice, de Os Pulpeiros, los Mesejo, la mejor pulpería que he conocido o, al menos, donde más he disfrutado. Majo estuvo 14 años trabajando en la librería, papelería y tienda de prensa con Pepe y Lolita. Luego mantuvo el negocio ella sola durante 10 años hasta que tuvo que cerrar y El Callejón del Viento se quedó sin parte de su gracia y de su alma.

Al salir de la librería, nos encontramos con Chuchi González Rollán, tan cariñoso y divertido como siempre, que, también como siempre, nos alegró la tarde con un conto. No recuerdo a nadie que se cruzara con Chuchi y no le cambiara la cara de preocupación por un semblante con luz y sonrisa. Y me quiero detener aquí porque esta Nochebuena, cuando recordemos a los vilagarcianos que en 2023 se han marchado para siempre, vendrá a nuestra memoria Chuchi, o sea, Severino González Rollán.

Los González Rollán provienen del pueblo vallisoletano de Torrecilla de la Abadesa. El padre, Severino González Lazán, sacó unas oposiciones para subjefes de la policía municipal y fue trasladado a Lugo en 1928. Como era republicano de izquierdas, al estallar la Guerra Civil, lo echaron de la policía y se empleó en la imprenta Celta de Lugo, cuyo dueño compró la imprenta donde se editaba el periódico vilagarciano Galicia Nueva y envió de encargado a Severino en 1938. El periódico no era negocio y acabó cerrando, pero la imprenta sí funcionaba, Severino padre la compró por 50.000 pesetas en 1940 y nació la imprenta Celta, en el número 5 de la calle Ramón y Cajal, donde el Arousa imprimía sus entradas, las empresas de autobuses imprimían sus billetes y Aquilino Iglesias Alvariño, director del colegio León XIII, editó su libro Cómaros verdes en 1947, el primero en gallego tras la Guerra Civil.

Libros de contrabando

En la Celta se vendían de contrabando libros prohibidos y el encargado de esa parte clandestina del negocio era Chuchi, que trataba con un señor de Zaragoza que traía ediciones argentinas de obras prohibidas escritas en gallego como Sempre en Galiza de Castelao o Longa noite de pedra de Celso Emilio Ferreiro.

Chuchi acabó trabajando en el banco Pastor y fue concejal socialista. Pocos saben que era un gran escaparatista: en 1960, ganó el primer premio nacional de escaparates que organizaba la editorial Aguilar. Pero todos sabemos que encontrarnos con él era un chute de alegría y ganas de vivir. El tiempo es inexorable y cruel. Ya no están Chuchi, ni Elías, ni Pampín ni tantos otros, pero recordarlos en Nochebuena reconforta y nos ayuda a valorar el bien más preciado: la vida.