Fefiñáns se desnuda ante el lector

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

CAMBADOS

Un libro sirve de guía para conocer la historia y los secretos del palacio

24 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

De niño jugaba en los jardines alrededor de la fuente del pez y escondiéndose en el laberinto de setos al más puro estilo versallesco. Adolfo de la Peña vuelve ahora al palacio de Fefiñáns (Cambados) como investigador y escritor, y es inevitable que la nostalgia se cuele de vez en cuando en el estudio y análisis sesudo de los datos históricos. «Es un palacio muy bonito, yo aquí disfrutaba mucho», señala. Adolfo de la Peña es primo de los actuales propietarios y este parentesco le da un conocimiento directo sobre la materia. Durante dos años estuvo buceando en legajos «a veces indescifrables» de las bibliotecas del Padre Sarmiento y del Reino de Galicia, entre otras, para desentrañar cuatro siglos de historia del palacio. El resultado es Una visita guiada por el pazo de Fefiñanes, que el viernes presentó en Cambados y que ha sido editado por Chiado Editorial.

A por los 3.000 ejemplares

Sus expectativas pasan por vender tres mil ejemplares, y si alcanza esta cifra, el libro se traducirá al inglés. No es una idea descabellada. De las cuatro mil personas que recibe el palacio al año una buena parte son extranjeros. Llegan de lugares tan lejanos como Australia y Nueva Zelanda atraídos por el Camino de Santiago, por supuesto, pero también por la Ruta do Viño y la Ruta da Camelia Rías Baixas, según cuentan desde el palacio.

Hace tres años que abrió al público para visitas guiadas, desde que fue declarado Bien de Interés Cultural, y cada vez son más quienes quieren cruzar sus muros. La Voz de Galicia tuvo el privilegio de hacerlo con un cicerone de lujo, el propio Adolfo de la Peña, quien en este libro apunta algunos errores históricos sobre Fefiñáns.

Ni Gonzalo Valladares ni María Ozores, que tienen sepulcros en la iglesia de San Benito, están enterrados allí. Y el escudo que sostiene la sirena María Mariño de Lobera, que según cuenta la leyenda habría rescatado a Fernando Valladares cuando naufragó en la ría, tampoco es de la época de Gonzalo de Valladares el Mozo, en contra de lo que se pensaba. También hubo baile de fechas en relación a la inscripción que reza en la fachada de la torre del homenaje. No es del siglo XVI, «es del XVIII porque tiene que ser de Benito Pardo de Figueroa o de su preceptor de humanidades», según afirma Adolfo de la Peña. Tampoco es cierto que Juana Pardo e Figueroa, La Condesita, cediera su plata para los pobres y que con ella se hicieran las lámparas del altar mayor de la Catedral de Santiago. Las lámparas se hicieron, pero la plata llegó por otras vías, revela el autor.

A mayores de desmontar alguna teoría, el libro es sobre todo una guía para descubrir los recovecos y alguna anécdota de esta espectacular edificación. Pocos sabrán que en una de las estanterías de la biblioteca hay un hueco que nunca se cubre. Cuenta la tradición que allí guardaba Gil Armada Casares el libro El álbum de la Caridad, que se leía y sobre el cual se meditaba después de las tertulias. Pero un día el libro desapareció y en la casa decidieron no ocupar su lugar por si alguien tenía a bien reponerlo en su sitio. El palacio de Fefiñáns también tiene túnel, estancias de esas que no se abren a ajenos y un jardín con árboles de hasta 200 años que bien pudiera pasar por un bosque encantado.

Personajes de película

Pese a estos ingredientes, Adolfo de La Peña no tiene constancia de episodios especialmente novelescos relacionados con el palacio. Sí destaca, sin embargo, a algunos personajes que lo habitaron, como Fernando Valladares, al que llamaron el Alatriste gallego, y a Benito Pardo, un noble que se codeaba con Napoleón y que quedó postrado de tristeza por la temprana muerte de su amada Adelaida, una historia que evoca al melodrama de Alfonso XII y María de las Mercedes, inmortalizado por el cine. «Son personajes de película», comenta el escritor.

Hay que tener en cuenta que el palacio pertenecía a la nobleza en los tiempos en los que condes y marqueses tenían una influencia y relevancia social de primer orden. El de Cambados, como otros pazos gallegos, fue un centro de reclutamiento para formar ejércitos que lucharon, por ejemplo, contra los franceses, según cuenta De la Peña. Como testimonio de ese pasado guerrero queda Balboas, el centinela de piedra que todavía hoy blande el escudo de los señores de la villa y vigila la plaza al pie de la iglesia de San Benito. Quien sabe, quizá el autor, médico de profesión, siga por esta senda y ahonde en estos personajes en otro libro. Entre tanto, ahí están las 125 páginas de Una visita guiada por el pazo de Fefiñanes.

Sillas dieciochescas y un oratorio que conoció batallas en América

El palacio de Fefiñáns fue levantado sobre un núcleo preexistente por orden de Juan Sarmiento de Valladares en el siglo XVI. Llegó a tener tres arcos, de los que solo conserva uno. En el siglo XIX fue privado de su conexión con el mar al derribarse dos de los tres arcos originales, por orden de Zárate y Murga «por ser un estorbo para los que viajaban a caballo, o llevaban leña u otros materiales en la cabeza y podían ser un cobijo de criminales y malhechores». El palacio está muy bien conservado tanto en el exterior como el interior y los propietarios están realizando un inventario para catalogar los bienes muebles. En el salón de porcelana, por ejemplo, se conservan los sillones y mesas originales del siglo XVIII y en la «sala de papel pintado» se mantiene el papel original, comprado en Rusia a finales de ese mismo siglo, aunque fue restaurado en el siglo XX. Lo que permanece oculto a la vista de los visitantes es un rico oratorio de campaña que viajó por batallas en Flandes y en América.