Los coches siguen pasando por el puente de Os Padriños

Rosa Estévez
rosa estévez VILANOVA / LA VOZ

CAMBADOS

La variante, inaugurada hace casi diez años, no ha logrado apartar el tráfico de este apacible enclave arousano

08 jul 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Pontearnelas es un cruce de caminos. Uno de esos lugares que las divisiones administrativas han dejado a caballo de tres localidades diferentes: Vilanova, Ribadumia y Cambados. Los muros de algunas casas hablan del pasado brillante de esta localidad, en la que llegaron a convivir cines, locales que organizaban bailes y pujantes comercios. De aquella gloria pasada poco queda. Ahora, durante la mañana, Pontearnelas es un lugar tranquilo, en el que el silencio se rompe, una vez, y otra, y otra, al paso de los numerosos vehículos que siguen circulando por la única calle que da forma al pueblo, la que encauza al tráfico hacia el histórico puente de Os Padriños.

Para liberar a esa estructura de la carga que supone el tráfico rodado, se diseñó y se construyó la variante de Pontearnelas, una carretera que esquiva el minúsculo enclave y que cruza el Umia por un puente moderno y liviano. El recorrido alternativo se inauguró el 5 de abril de 2007. Por la brillante estructura blanca ha pasado el tiempo, que la ha dejado descolorida y agrisallada. Y pasan, también, muchos coches, aunque no los suficientes como para dar por liberado el corazón de Pontearnelas del tráfico rodado.

Cuando desembarcamos en la calle que da coherencia al conjunto, pasan, seguidos, un par de vehículos. Una pareja mayor disfruta de la sombra. Y un coche se ha subido a la acera para que su propietaria realizase una parada de urgencia en la farmacia. Este es uno de los pocos negocios que se abren sobre la vía principal, en la que buena parte de las casas parecen desocupadas. Muchas, explican en uno de los bares que funcionan en el lugar, solo se abren en verano, cuando sus propietarios vuelven al pueblo para descansar. Otras, simplemente, están arruinadas, esperando la vuelta de los buenos tiempos.

Hace unos años, Pontearnelas parecía estar recuperando el pulso. Renovó su estética y allí arrancó la ruta del Umia. Avanzamos hacia ese paseo, huyendo de la piedra calcinada por el sol que manda en todo el enclave. Tomamos el desvío al lado del puente y nos encontramos con que el arco bajo el que tenemos que pasar es un poco bajo. Pronto descubriremos que este no es el único problema que presenta la ruta. Las vallas de madera que marcaban el camino, o han desaparecido, o amenazan con desmoronarse. El firme está en mal estado, y tropezar en él resulta bastante sencillo. Y qué decir de la vegetación, que crece exuberante por todos lados, envolviendo en un amoroso abrazo verde a bancos, mesas e incluso una escultura situada en el margen del paseo. A nuestro lado, el Umia ofrece una imagen espectacular, que se disfruta con especial intensidad desde la pasarela peatonal que cruza el río bajo el puente nuevo. Desde allí arriba, el agua, cristalina, es una promesa de frescura que viene muy bien en una jornada en la que el calor es pegajoso.

Volvemos a la calle, nos refrescamos en la fuente que está junto a la capilla de Santa Marta. A final de mes, ella obrará el milagro de convertir Pontearnelas en el corazón de O Salnés.