«Parece que no te puedes tomar un vino si eres joven y con un 'piercing'»

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso VILAGARCÍA / LA VOZ

CAMBADOS

MIGUEL VILLAR

Esta ourensana sostiene que el mundo enológico está rodeado de cierto elitismo con el que hay que acabar

26 abr 2017 . Actualizado a las 11:36 h.

María Fernández Tesouro cuenta con más de un millar de seguidores en Instagram y su cuenta está llena de imágenes de suculentos platos y apetitosas copas de vino. Reconoce que el buen comer y el buen beber es su pasión, y por ello no duda en utilizar las redes sociales para contar a quien quiera seguirla sus experiencias. Jamás verán en sus publicaciones una crítica, porque considera que lo suyo no es juzgar el trabajo de los demás. Es una consumidora más que apuesta por acabar con el esnobismo que todavía rodea al mundo del vino y que nos contará sus experiencias mañana en Foro Voz, en Cambados.

-¿Cómo llegó al mundo del vino?

-Por ocio. Siempre fui de buen comer y de buen beber. Mis abuelas eran muy buenas cocineras y me gustaba meterme en la cocina con ellas. Luego empecé a coger amistades entre restauradores y bodegueros. Y el vino es uno más en el grupo. Yo si estoy sola, para cocinar me abro una botella de vino. O si estoy con un grupo de amigos... Me siento muy orgullosa porque mis amigos, que eran cerveceros, ahora todos beben vino. A mí lo que me gusta, directamente, es divertirme y emborracharme. Que parece que no se puede decir porque el mundo del vino es un poco estirado.

-Y ahora tiene usted decenas de fans que siguen lo que hace en las redes sociales.

-Yo nunca voy a valorar el trabajo de un restaurador o de un bodeguero, pero te vas haciendo un círculo. Ahora vivo en A Peroxa, gestiono Fazenda Prádio, una casa de turismo rural porque un amigo me dijo que necesitaba a alguien para llevar la casa. Necesitaba a alguien versátil, que pudiera llevar las redes sociales y hacer camas o preparar desayunos. Y yo le dije ¿no te sirvo yo? El sitio es precioso

-No parece una persona que se piense mucho las cosas.

-Sí, el fin de semana antes de empezar me martiricé pensando si debía hacerlo. Ahora, espero que no me echen porque estoy muy contenta con lo que hago. Ahora mismo estoy en el balcón, tomando un café. Es cierto que cuando tenía 20 años quería vivir en Nueva York, como todo el mundo, y que antes, si me escapaba, me iba a Londres. Ahora me voy al Piamonte o a la Toscana. Y mis vicios ya no son ropa, ni bolsos, ni zapatos... Es beber y comer.

-Da la impresión de que a usted siempre le gustó el vino.

-De jovencita, la gente empezaba a tomar cervezas o copas y a mí no me gustaban. El vino sí que me gustaba y, poco a poco, empecé a ir a catas. He hecho amigos en muchos sitios, pero me ha costado arrastrar a los míos a ese tipo de actividades. Pero es cierto que eso me ha permitido hacer muchas amistades y ahora tengo amigos de los más variado. Tengo un grupo de cata y gente con la que quedamos, siempre, para probar cosas. En esto del vino hay un rollo de que es elitista y de que parece que no puedes tomar vino si eres un joven con un piercing. Hay más, a mí nuca me dan una carta de vinos y no es que sea una gran experta, pero me miran raro cuando me piden que elija yo.

-Es como si el vino estuviera reservado a ciertas clases

-Sigue habiendo esnobs, pero la gente que empieza yo creo que es un poco más abierta. Luego está toda esa palabrería que se utiliza. Pero también es culpa de los hosteleros, que no se preocupan de educar al público. Hay mucha gente que consume vino, yo he llegado a profundizar en él gracias a gente que me lo dio a probar.

-¿Hombres y mujeres beben de forma diferente?

-El hombre es un bebedor más clásico. Si vas por ahí ves a los chicos, normalmente, tomando cerveza. Las chicas, sin embargo, piden un vino. Yo llevo un mes en Fazenda Prádio y he visto parejas de chicas que se piden una botella de vino para degustar con tranquilidad. Lo que sí creo que está cambiando es el concepto de ese vino fresco y blanco para mujeres.