Isabel, Celia y Elvira, las manos que cosen y planchan para los ancianos

Bea Costa
Bea Costa CAMBADOS

CAMBADOS

Isabel, Celia y Elvira, trabajando en el ropero del asilo
Isabel, Celia y Elvira, trabajando en el ropero del asilo BEATRIZ COSTA

Las tres voluntarias acuden cada viernes por la tarde a atender el ropero del asilo de Cambados

06 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada viernes por la tarde, Celia Dozo, Isabel Martínez y Elvira Álvarez acuden al asilo de Cambados para coser y planchar y tan pronto cortan una sábana de las que donan los hoteles para adaptarlas a las camas de 90 como arreglan el delantal de sor María. Son las mujeres que trabajan en el ropero, de forma desinteresada y con el único afán de ayudar. «É un traballo moi gratificante», señala Isabel. «Sabes como vas logo para a casa, chea de felicidade!», exclama Celia.

Empezaron a colaborar con el asilo poco antes de la pandemia atendiendo a una petición del párroco José Aldao porque, aunque las Hermanas de los Ancianos Desamparados cuentan con personal profesional que les ayuda, todas las manos son pocas a la hora de atender los servicios que se dispensan en el pazo de Montesacro.

Isabel se encarga de la máquina de coser mientras sus compañeras cortan, hilvanan y zurcen. Arreglan la ropa de los ancianos, la de las monjas y alguna casulla del cura también. Y en Navidad elaboran el vestuario para el belén viviente que protagonizan los residentes, pastorcillos incluidos, y si hay que improvisar algún disfraz para carnaval, se ponen con ello. Siempre hay faena, pero eso no les impide compartir unas risas entre remiendo y planchado. «Se pecha o asilo imos botalo de menos». De hecho, durante la pandemia lo pasaron mal pensando en todo el trabajo que dejaron pendiente.

Elvira, que es también sacristana, es la que más frecuenta el asilo; demás de ocuparse del ropero, se pasa por allí dos o tres días a la semana para darles de comer a los residentes, pues no todos son capaces de llevarse la cuchara a la boca.

Hay más personas que colaboran, a nivel particular, como colectivo así como empresas que les donan alimentos, ropa y otros artículos que puedan resultarles útiles. Ya no se estila, como antaño, que los marineros aparten al llegar a puerto algunas cajas de pescado para los ancianos, pero sigue habiendo quien va a sembrar y recoger patatas para la despensa de San Tomé, como hizo el pasado año un grupo de vecinos de San Vicentes de Nogueira en Meis.