Juan Carlos I cenó salpicón de lumbrigante en Cambados

Bea Costa
Bea Costa CAMBADOS

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El rey emérito, la infanta Elena y el resto de los acompañantes, anoche en la puerta del restaurante Ribadomar
El rey emérito, la infanta Elena y el resto de los acompañantes, anoche en la puerta del restaurante Ribadomar Cedida

El rey emérito acudió con su hija la infanta Elena y Pedro Campos al restaurante Ribadomar

17 mar 2024 . Actualizado a las 19:55 h.

El rey emérito Juan Carlos I escogió anoche Cambados para cenar. Quería salir de Sanxenxo, donde se aloja y regateó por la mañana, y alguien le aconsejó visitar el restaurante Ribadomar. Acudió con su hija la infanta Elena, su amigo Pedro Campos y tres personas más con las que compartió mesa en el comedor junto a otros clientes. Los atendió personalmente Manolo Ribadomar, el propietario y chef, que les recomendó la especialidad de la casa: el salpicón de lumbrigante. «No querían nada de la carta, me preguntaron a mí», relata, le hicieron caso y parece que se quedaron satisfechos a juzgar por lo que le comentaron a la salida.

El salpicón lo acompañaron con otro plato de marisco y un postre. «Cenaron poco», apunta el cocinero, quien confiesa que ante tan ilustre visita estaba algo nervioso. Era la primera vez que un miembro de la casa real cruzaba el umbral de su restaurante. Hubo otros rostros famosos antes. El año pasado sirvió a Amancio Ortega y Mariano Rajoy también se sentó a su mesa, pero a Manolo no le gusta presumir y, a diferencia de lo que ocurre en otros restaurantes, en el suyo no hay galería de fotos en la pared. Aunque ayer no faltó lo foto de familia con el rey emérito y la infanta y la correspondiente firma en el libro del restaurante.

Cuenta Ribadomar que se mostraron afables en todo momento, saludaron al personal y se brindaron a posar, también, a la salida, en la puerta del establecimiento, donde esperaban los fotógrafos de prensa. No eran las única cámaras que apuntaban al restaurante. Hasta la calle Valle-Inclán, situada en el casco histórico y a pocos metros de la plaza de Fefiñáns, se acercaron también numerosos curiosos que querían ver y aclamar a Juan Carlos I. La expectación se trasladó a los balcones y ventanas del edificio de enfrente adonde asomaron los vecinos para no perderse detalle y hubo quien entró a propósito a cenar para estar cerca de la realeza. El emérito no se fue de vacío. De la capital del albariño se llevó una caja de vino Rías Baixas que le regaló uno de los clientes del restaurante.

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Así terminó una velada que comenzó con la oportuna inspección de los servicios de seguridad al local y a la finca y se prolongó durante un par de horas. «Me encantó tenerlos aquí», señala el empresario.