Los comuneros exploran nuevas vías para hacer rentable el monte

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

CATOIRA

Xurxo Abuín revisa los árboles seleccionados que deberán favorecer el cultivo de boletus.
Xurxo Abuín revisa los árboles seleccionados que deberán favorecer el cultivo de boletus. martina miser

Rubiáns hace una apuesta a largo plazo por las setas y las castañas y en Catoira se suman al trabajo de la resina

27 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lograr una explotación sostenible de los montes es uno de los retos que Galicia debe afrontar si no quiere que uno de sus muchos potenciales económicos siga criando silvas y ardiendo cada verano. En ese terreno juegan un papel definitivo las comunidades de montes, encargadas de salvaguardar el terreno que pertenece a todos los vecinos y de sacar de él cuantos más recursos mejor. Durante muchos años, cortar árboles fue el único medio que estos colectivos encontraron para sostenerse. Pero cada vez son más las organizaciones vecinales que parecen dispuestas a apostar por otras formas de gestión, por otros productos, por otras vías.

Un caso paradigmático surge en Vilagarcía. Para más señas, en Rubiáns. La comunidad de montes que dirige Xurxo Abuín lleva años estudiando alternativas que le permitan aprovechar al máximo el terreno que es de todos. «Barallar, barallamos moitas cousas. Ata un campo de paint ball e facer rutas de sendeirismo», explica el presidente de los comuneros. Pensaron, por ejemplo, en aprovechar los restos de podas y otros trabajos en el monte para fabricar briquetas, una especie de cápsulas de biomasa con un enorme poder calorífico. La idea, por ser demasiado costosa, se desestimó. Pero surgió otra: comercializar madera a pequeña escala. «Un ano estivemos limpando e non sabiamos que facer coa leña. Acabamos regalándoa. Logo pensamos en vendela». Y a ello se pusieron. A 160 euros cobran el camión de leña. «E hai demanda», explica Abuín.

A largo plazo

Pero la venta de leña al por menor no es la única novedad en la que anda metida la comunidad. Como ya hicieron los comuneros de San Martiño de O Grove hace un tiempo, los de Rubiáns aspiran a convertirse, de aquí a unos años, en una potencia en el cultivo de setas. «Temos o monte recén plantado con especies microrrizadas», dice Abuín. Es decir, árboles que forman el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de hongos. «Este é un proxecto a longo prazo. Teremos que esperar uns anos», advierte el presidente de los comuneros. También habrá que aguardar por la producción de castaña: han hecho una plantación que, dentro de un tiempo, producirá alrededor de 30 toneladas de este fruto. La idea es clasificarlo «e vender as castañas de máis calidade». Otra vía que están dispuestos a poner a prueba en los montes de Rubiáns es la instalación de colmenas. Pero eso va a depender de como evolucione el problema de la avisa velutina, que está poniendo en jaque a los productores de miel de toda Galicia.

La entidad que dirige Abuín está trabajando, además, en la elaboración del plan de ordenación del monte. Ese documento es imprescindible para asumir uno de los retos a los que parecen condenados a enfrentarse los titulares de este tipo de suelo: la certificación del mismo. Tener uno de los dos sellos que avalan la sostenibilidad de los bosques se está convirtiendo en un requisito imprescindible para seguir vendiendo su madera y para hacerlo, además, a un buen precio.

La comunidad de montes de Abalo (Catoira) es una de las que ha optado por la certificación de varias de sus parcelas. En esa misma localidad, los comuneros de Oeste han decidido hacer otra apuesta: han cedido varios de sus pinos para un proyecto de extracción de resina. De ello se encargará Edgar Fernández, un joven que trabaja ya en terrenos de dos comunidades de montes de Caldas: la de Godos y la de Bemil. En el plazo de un mes, aproximadamente, empezará a preparar los árboles de Catoira. «Se suelen explotar montes comunales porque son terrenos grandes con un número importante de árboles. Hacen falta al menos unos 4.500 pinos para que valga la pena trabajar un monte», explica Edgar Fernández.

Reconoce que no resulta fácil convencer a los comuneros de las bondades de su proyecto, pero poco a poco este va saliendo adelante y despertando interés tanto entre las comunidades de montes como entre los propietarios particulares.

Silvopastoreo y rutas de senderismo, otras opciones que están sobre la mesa

La comunidad de San Vicente de O Grove fue pionera del silvopastoreo en O Salnés con la introducción, en sus montes, de vacas cachenas. Desde que se puso en marcha esa iniciativa, la comunidad ya ha subastado varios terneros. «Este ano temos oito», explicaba ayer Manuel Castro, el presidente de los comuneros. Echando la vista atrás, afirma Castro que la incorporación de las vacas al monte fue una gran idea. Entre otras razones, porque «onde están elas, o monte está limpo, non hai toxos nin silvas, hai herba». En San Vicente descartan, por el momento, experimentar con nuevas iniciativas. Mientras, en San Martiño acarician la idea de poner en marcha su propio proyecto de silvopastoreo. Otra opción que sopesan es el diseño de rutas de senderismo.