El primer incendio del verano golpea Catoira y arrasa una hectárea de monte

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

MONICA IRAGO

Un pequeño frente en Abalo también encendió las alarmas en una tarde movida

21 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Quen fixo isto vaino intentar outra vez». Las palabras son de Eduardo Touriño, concejal en el concello de Catoira, que andaba con el coche de arriba para abajo lamentándose de lo que sucedía a media tarde de ayer en la zona de Os Muíños. Alrededor de las cinco de la tarde saltaba la alarma. Las llamas prendían en el lugar y en poco más de diez minutos ya bajaban a toda velocidad hacia las casas. La rápida intervención de los servicios de emergencias, dos helicópteros, un agente, tres brigadas y una motobomba de la Consellería de Medio Rural y los servicios de Protección Civil de Vilagarcía, Catoira y Valga, contribuyó a que todo se quedara en un susto. Un susto por partida doble porque, muy cerca del frente de Os Muíños, comenzó a arder otro en Abalo, este sí muy rápidamente controlado.

Con las imágenes de Portugal muy frescas en la retina de todos, el incendio provocó más de una escena de nervios. Algunos de los vecinos de las casas que están más cercas de las llamas se quejaban al representante de la comunidad de montes del estado de la zona. Aquel daba sus razones pero no parece fácil hacerse entender en momentos como los de ayer.

Mientras la discusión se producía, los helicóptero seguían haciendo su incansable labor, dominando las llamas que dañaron uno de los muíños. Lo hacían sobrevolando la laguna de Pedras Miúdas, donde varias decenas de jóvenes estaban pasando la tarde huyendo del calor con unos buenos chapuzones. Lo hicieron hasta que un miembro de Protección Civil ordenó salir a todo el mundo del agua en previsión de que los helicópteros tuvieran que comenzar a cargar allí.

Arriba, al lado de Os Muíños, el panorama era desolador. Tierra negra, árboles quemados y un intenso humo. Los servicios de emergencias seguían trabajando para evitar que el fuego se reprodujera. La estampa, espectacular porque el lugar es un mirador natural de lujo, se completaba con los helicópteros recogiendo agua una y otra vez. Sobre el puente cruzaba un mercancías. El fuego estuvo cerca de cortar las vías a su paso por Pedras Miudas.

De vuelta, Eduardo Touriño paraba su coche en la casa de alguno de los vecinos que más cerca vieron las llamas para comprobar que todo estaba en orden y para tranquilizar los ánimos. Y mientras conducía se congratulaba de que esta vez los planes no le hubieran salido bien al pirómano de turno. Y de que el viento hubiera jugado a favor y el incendio no pudiera avanzar más.

¿Quién le prende fuego?

-Se o souberamos, iriamos a por el-, responde.