La marcha de la maestra y sus hijos se antoja letal en un centro impecable

m.?h. pontevedra / la voz

MEAÑO

27 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces, cuando se piensa en escuelas unitarias, a muchos se le vienen a la cabeza aulas de posguerra, llenas de humedades y con encerados de tiempos pretéritos. Es cierto que aún quedan edificios así. Pero otros centros de educación infantil del área rural están a la última. Es el caso de la de Xil, en Meaño. La escuela tiene dos aulas; una para pasar buena parte de la jornada, dotada de pizarra digital, ordenador o proyector, y otro espacio amplio que ora hace de gimnasio ora de aparcamiento de bicicletas y patinetes. Todo está impecable en el recinto. Pena que el envoltorio tenga dentro una historia triste. Resulta que en el centro estudian ahora Darío, Rubén, Uxía, Brais, Joel y Zoé. Seis mentes despiertas y doce manos inquietas que, ayer a media mañana, jugaban en las proximidades de la iglesia de Xil -tienen un amplio espacio para hacerlo- y se las hacían pasar canutas a algún que otro caracol despistado que se dejaba coger por ellos. El caso es que dos de los pequeños, los que ya tienen cinco años, se marchan al colegio de Primaria y sí o sí hay que cubrir sus huecos para que la escuela no cierre.

En un principio, la solución parecía fácil. Se anotaron dos niños nuevos, así que la matrícula quedaba igual, con seis plazas ocupadas. Pero la cosa tiene su intríngulis. Dos de esos críos son hijos de Isabel, la profesora. Y ella, que es interina, en principio, lo tiene muy complicado para quedarse en Xil. Su plaza se la adjudicaron a otra maestra. Así que prevé hacer las maletas a final de curso y, con ella, que es pontevedresa, se marcharán sus dos críos. Así que la reserva de plazas vuelve a caer hasta cuatro.