El cura y la joven que pusieron a Corvillón a bailar

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

O GROVE

MARTINA MISER

La asociación cultural Xironsa celebra su veinticinco aniversario y aprovecha la ocasión para homenajear a los precursores

20 may 2022 . Actualizado a las 11:16 h.

«Hai moitos anos…, pode ser no 85». Montse Prado tiene que escudriñar en su memoria para recordar la fecha de la foto del primer grupo de baile que dirigió en Corvillón. Aparece rodeada de un montón de niñas a las que enseñó el «tacón, punta, tacón» al ritmo de una muñeira. Ella, sin embargo, tuvo que aprender sola. «Eran outros tempos, todo foi puro autodidactismo».

Los primeros ensayos se hacían en la iglesia, gracias a que Don José, el cura, se alió desde el minuto uno con esta iniciativa. Aunque lo suyo era el teatro, no solo apoyó si no que promovió la creación de grupos de danza y música tradicional en las parroquias en las que ejerció y sigue ejerciendo de párroco: Oubiña, O Sixto y Corvillón.

Este tándem poco habitual, entre una veinteañera y un cura, hizo posible que germinara un proyecto que en 1992 cristalizó en la asociación cultural Xironsa. Fue el sacerdote el que fichó a aquella chica inquieta y con planes para que montase en Corvillón algo parecido a lo que había conseguido hacer en la vecina Oubiña. Y Montse Prado aceptó el reto. Cogía su vespino y el radiocasete y ponía a bailar al personal. Al principio eran casi exclusivamente niñas aunque, poco a poco, se sumó algún chaval como Manolo Panadero, y así nació el primer grupo de gaitas de Xironsa.

La idea iba cobrando cuerpo y fue entonces cuando Prado y otros colaboradores decidieron que había llegado la hora de darle soporte legal a todo aquel movimiento espontáneo en favor de la cultura gallega, y se pusieron manos a la obra para redactar los estatutos y buscar financiación. Poco después, sus obligaciones profesionales la llevaron por otros derroteros y otros cogieron el testigo. Liso González, Alejandro Carro y Esther Casaldarnos se turnaron al frente de la asociación durante veinticinco años, un tiempo en que Xironsa llevó la música popular por numerosos municipios de Galicia gracias a sus grupos de baile y danza. A mayores, la asociación ha creado escuela -actualmente cuenta con 144 alumnos- y organiza cada verano un festival que lleva su nombre y sirve de plataforma para grupos noveles y veteranos. En la edición de este año, del 26 y 27 de agosto, habrá un pata negra: Treixadura.

Los aniversarios son ocasiones propicias para echar la vista atrás, y Montse Prado y José Crespo están agradecidos de que la Xironsa de hoy los tenga presentes.

«Paréceme estupendo que haxa xente que renove e manteña o proxecto, e que teña a xenerosidade de recoñecer que outra xente estivo antes ca eles», reflexiona aquella militante de la cultura gallega que hoy es diputada del BNG en el Parlamento de Galicia. Ocasión de agradecerlo tendrá también mañana, cuando suba al escenario del auditorio de A Xuventude (Cambados) para ser nombrada, junto a José Crespo, socios de honor de la asociación. La gala (20 horas) se plantea como un reconocimiento a la labor de estos precursores y como un pretexto para reunir al mayor número posible de cuantos han bailado, tocado o realizado funciones directivas en la asociación. Habrá reencuentros y aflorarán recuerdos que, sin duda, desatarán emociones.

El papel de las mujeres

Montse Prado no quiere dejar de destacar el importante papel que desempañaron las mujeres en aquel despertar cultural de los años ochenta. Después de trabajar durante todo el día en la casa y en el campo, las mujeres de Oubiña y de Corvillón encontraban tiempo para organizar las fiestas, para coserle el traje a sus hijas y para montar una obra de teatro, como

Os vellos non deben de namorarse

y

Menciñeiro a forza

, a las órdenes de José Crespo, que ya desde sus años de seminario hacía sus pinitos en el arte de contar historias.

La precariedad de medios de aquellos tiempos se contrarrestaba con mucha ilusión y trabajo, y dejaron no pocas anécdotas. Como aquella vez que en Oubiña metieron una burra en un belén viviente y el animal acabó tirando el pesebre; o de cuando las jotas se bailaban encima del camión del reparto de la leche a falta de un escenario más digno.«Había que inventalo todo. Antes había máis interese, a xente participaba moito e aprendía rápido. Agora parece que a xuventude non se divirte, e teñen de todo», indicaba ayer el sacerdote natural de O Grove rememorando su niñez en San Vicente de O Grove.