Doscientas casas de maestros languidecen a la espera de un destino de uso público

r. estévez, m. gago VILAGARCÍA, PONTEVEDRA / LA VOZ

VALGA

MONICA IRAGO

La mitad de esas viviendas están vacías en las comarcas de Pontevedra y O Salnés

01 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay alcaldes y concejales de Educación que no quieren ni oír hablar de la casas de los maestros. Ven esos edificios como una oportunidad perdida, como un patrimonio que agoniza, amortajado por los «privilegios» a los que unos profesores no quieren renunciar y por una maquinaria administrativa que prefiere dejar el asunto en manos del tiempo. En quince concellos del entorno de Pontevedra, en O Salnés y en el Baixo Ulla, se cuentan hasta 190 de estos edificios. Más de la mitad (99) están vacíos, aunque algunos sigan perteneciendo nominalmente a algún profesor.

En una etapa de crisis, en la que las administraciones cuentan cada euro que se dedica a la Educación y en la que sobre miles de familias pesa la sombra del desahucio y la necesidad, estas viviendas se antojan un «anacronismo», la herencia de unos tiempos en los que los maestros de escuela iban de pueblo en pueblo, arrastrando una maleta y unos ingresos escuálidos. Pero el mundo ha cambiado, y cuánto. Por eso, «xa nos anos noventa, tomamos a decisión de non gastar nin un peso en manter eses edificios». Quien así habla es el alcalde de Valga, José María Bello Maneiro (PP). A pesar del enfado inicial de los maestros, al Concello la jugada le salió redonda: han logrado desafectar todas las viviendas escolares y recuperarlas para uso comunitario.

Esa misma línea la han seguido casi todos los ayuntamientos. Así que las casas se han ido convirtiendo en auténticas ruinas. Ni siquiera las ocupadas se salvan de ese aspecto desangelado y triste, ya que sus titulares no invierten en un bien al que deben renunciar, sí o sí, en cuanto les llegue la hora de la jubilación. Algunos, de hecho, las mantienen bien como sala de descanso, como almacén o, como ocurrió en un municipio del entorno de Pontevedra, como gallinero.

A medida que los maestros que aún gozan de derecho a vivienda se van despidiendo de la docencia, las casas se van quedando vacías y formando una suerte de barrios fantasma. «A Xunta non está a adxudicalas aínda que hai xente que as solicita», explicaban esta semana desde distintos centros educativos arousanos. La Administración no las adjudica, es cierto, porque quiere verlas libres. Según explican desde Educación, cuando una de esas viviendas queda vacía se ofrece su uso al colegio o a la asociación de padres. Y si ni unos ni otros la necesitan, abren las puertas a los ayuntamientos.

El objetivo final es recuperar para el uso público estos edificios. «Hay miles de cosas que se podrían hacer, desde servicios para los centros, hasta viviendas sociales», advierte la concejala de Educación de un municipio costero. Pero es precisamente en esos ayuntamientos con playa, donde a los profesores les cuesta más trabajo renunciar a las viviendas a las que tuvieron acceso en su día. «Curiosamente, en Lugo no hay problemas para desafectar estas casas», ironizaba hace unos días, en Cambados, César Pérez, el jefe territorial de Educación en la provincia.