El portero que para los penaltis hasta sin tiempo de quitarse el chándal

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

Adrián, que en dos años roza la infalibilidad deteniendo penas máximas en el Juventud Cambados, salvó 2 puntos en el 79 en una decisión táctica que le costó una tarjeta amarilla

14 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Minuto 79 de partido. El Juventud Cambados, que en su año de vuelta a la Primera Autonómica se halla pelando por uno de los tres puestos de ascenso a la Preferente, avanza 2-1 en su campo de Burgáns frente a un Pontevedra B inmerso en la lucha por la supervivencia en la categoría. El colegiado decreta penalti en el área local. El entrenador del Juventud, Luis Carro, habla con su segundo, Tino, y acto seguido se dirige al joven portero suplente, Adrián Fernández (Vilagarcía, 1 de Agosto de 1995). ‘¿Estás listo para salir?’, le dice el técnico. ‘Estás loco. Estás loco’», le responde el jugador, con su compañero titular y mentor, el veterano Toño, en perfecto estado de revista bajo palos, sin lesión alguna ni cartulina roja con su nombre escrito con tinta fresca. Con lo puesto, y los guantes enfundados, Adrián tiró hasta la altura de la cal del andamio arousano, adivinó la intención del lanzador rival, y blocó con las dos manos el disparo hacia su derecha, para desatar la fiesta en el equipo y las gradas de Burgáns. Haciendo lo que mejor sabe, y ganándose con ello una merecida tarjeta amarilla. Porque como él mismo recordaba ayer, «salí completamente en chándal. Solo me dio tiempo a quitarme el chaquetón y ponerme los guantes. Después de parar el penalti le pedí al árbitro persmiso para quitarme el chándal, y me mostró la amarilla; yo le di toda la razón».

A falta de futuras aventuras, que tiempo por delante tiene para ello, la del pasado domingo ha pasado a encabezar el anecdotario de un cancerbero capaz de rozar la infalibilidad cuando de detener penas máximas se refiere. Encajando «solo uno de 8 o 9 penaltis en Liga la temporada pasada, y ninguno de los tres en esta», nos cuenta; para añadir que en las tres temporadas anteriores hizo pasar sendas eliminatorias de Copa Deputación al Vilagarcía y al Juventud Cambados, los últimos dos parando los tres penaltis que le lanzaron sus rivales.

Fue en la primera de esas tandas del todo o nada en el torneo del k.o. en la que Adrián empezó a gestar una fama que va camino de leyenda popular. De vuelta al Vilagarcía, su club de origen, tras formarse en la cantera del Pontevedra entre su primer año infantil y el primero juvenil, el arousano encontró en su desde el año pasado compañero de vestuario Toño Ferro un mentor en el papel de entrenador de porteros del Vilagarcía. «Nunca se me había dado mal lo de parar penaltis. Pero en un entrenamiento en el que no había muchos compañeros nos pusimos a hablar de cómo podríamos hacer más fácil detener un penalti». El caso, sigue recordando Adrián, es que «esa misma semana jugábamos en Portas eliminatoria de Copa. El entrenador me dijo que no iba a jugar, y Toño, para que no perdiese una sesión de trabajo, fue a propósito hasta allí. Entonces, en el calentamiento, el portero titular, Diego Lago, se lesionó, y tuve que jugar. Acabamos 1-1. En la tanda de penaltis paré el primero, lo mandaron repetir porque me había adelantado, y lo volví a parar; paré otro, y pasamos de ronda».

Hay circunstancias que ayudan. «Siempre quise ser portero, por mi padre, Carlos, mi primer icono, que veía jugar en ligas aficionadas, en campos de tierra despellejándose las piernas», explica Adrián. Vocación que empezó a cultivar con 10 años, llevándolo hasta Toño y su fórmula magistral contra las penas de 11 metros: «Aparte de tener mucha, mucha, mucha suerte, no perder nunca de vista a donde mira el lanzador».