El guardia civil ensangrentado en Carril: «Yo lo único que quiero es poder vivir tranquilo»

La Voz VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

CEDIDA

El agente, que recibió siete puntos de sutura en la cabeza, niega haber amenazado a su agresor y a su expareja y subraya que en este caso él es la víctima, pese a tener cuatro órdenes de alejamiento por amenazar a su exmujer, un juez y dos agentes de la policía nacional

20 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo ocurrido el domingo por la tarde en la avenida Rosalía de Castro, que une el centro de Vilagarcía con Carril, continúa dando mucho que hablar en la capital arousana. Ayer, el hombre que recibió un duro golpe en la cabeza, un guardia civil que permanece suspendido de empleo y sueldo, quiso explicar públicamente cuál es la situación que atraviesa y aclarar lo que sucedió aquel día a las puertas de un restaurante. Los siete puntos que suturan una profunda herida en su cabeza muestran algo que, subraya, resulta incontrovertible: que fue objeto de una agresión grave a manos de la actual pareja de su exmujer, una acción cuya autoría confirmó su propio contrincante a través de una grabación de voz. «Yo —afirma el agente— lo único que quiero es poder vivir tranquilo y que me dejen en paz». Sin embargo, sobre él penden cuatro órdenes de alejamiento: con respecto a su exmujer, pero también a un juez y a dos agentes de la policía nacional, a quienes no dudó en amenazar gravemente.

Hacia las ocho de la tarde del domingo, él mismo colgaba un vídeo en Instagram en el que se le veía sangrar profusamente, poco antes de que una ambulancia acudiese a atenderlo de sus heridas. El individuo reitera lo que entonces relató: que su oponente, un vecino de Carril que sale con su antigua pareja, se abalanzó sobre él, empuñó una porra extensible —no el candado de una bicicleta, como sostiene su agresor— y le propinó al menos un golpe en un brazo, con el que consiguió frenar una primera acometida, y el impacto que le abrió la herida en la cabeza. El agresor justificó este acto señalando que tanto él como su pareja, la exmujer del agente, habían recibido amenazas de muerte y, además, el agredido habría tratado de forzar uno de los accesos a su vivienda y le rompió siete de los cristales de su automóvil.

Un dato objetivo

Su abogado, Javier Lago, incide en este punto: «Se pueden decir muchas cosas, pero lo único absolutamente objetivo es que mi cliente ha sido víctima de una agresión por la que tiene siete puntos de sutura y un brazo en cabestrillo. Está claro que la víctima es él, y su mismo agresor lo ha confirmado en una grabación, diciendo que a él ni siquiera le había pegado, que no le había hecho nada». También llama la atención sobre la herramienta que blandió el atacante, «una porra extensible, no un candado, que es un arma prohibida».

El letrado niega, al igual que su defendido, que en algún momento mediasen amenazas hacia el hombre que acabó agrediéndole o hacia su expareja, como afirma aquel, y lo razona. «No pudo haber realizado tales acciones, ni intentar entrar en su domicilio ni aproximarse a su automóvil para romperle los cristales, ni mucho menos amenazar a ninguno de los dos, porque algo así supondría su detención y probablemente su ingreso en prisión». Inmerso en un proceso por violencia de género, el agente tiene un dispositivo de control telemático, una pulsera que garantiza que no se pueda acercar a menos de quinientos metros de su antigua mujer, a riesgo de que el sistema dispare una alarma.

Fue, precisamente, la rotura de la pulsera la que acabó desencadenando, en octubre, el episodio del atrincheramiento en su piso de Carril. El guardia fue detenido después de haber pasado horas en su vivienda junto a una mujer, advirtiendo que dispararía a quien se acercase. Aquello lo condujo ante un tribunal, que lo condenó a cuatro meses de prisión por quebrantamiento. Pero, insiste su abogado, su defendido lo ha pagado con cárcel y ni eso ni otros procedimientos aún por dilucidar tienen nada que ver con lo que pasó el domingo.

Denuncia hace dos semanas

Es más, poco después de quedar en libertad, fue el guardia civil quien presentó una denuncia por sentirse víctima de una situación de acoso: «Su expareja se aproximaba a menos de quinientos metros de su domicilio, provocando numerosas incidencias con el dispositivo telemático», puntualiza el letrado. El agente explicó entonces que el nuevo novio de su exmujer había sido amigo suyo y, por ello, «conocía su agresividad y tenía miedo de que atentase contra él, como finalmente ha acabado sucediendo».

Lago, en definitiva, defiende el derecho de su cliente a rehacer su vida y a pasar página: «Solo quiere vivir tranquilo, y prueba de ello es la denuncia que interpuso hace dos semanas».