La revolucionaria que llegó de Ceuta

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

Lideró parte de las grandes batallas reivindicativas que lidió su querida Ribeira

21 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Desembarcar con 17 años en una tierra extraña, donde las costumbres, el idioma y el carácter de la gente son completamente diferentes a los de uno tiene que ser determinante en la vida de una persona. En el caso de Magdalena Bringas, quizás contribuyó a hacerla fuerte y reivindicativa. Ambas son virtudes que han caracterizado su labor a lo largo de las casi cuatro décadas que lleva al frente de Amas de Casa de Ribeira, un colectivo que fundó con el fin de defender la ciudad de la que se enamoró y a las mujeres que la habitan. Deja la asociación por prescripción médica, ansiando que sangre nueva tome el necesario relevo.

Por amor dejó su Ceuta natal, después de quedar prendada de un alférez: «Allí decían que, pasado el Estrecho, amor deshecho, pero él volvió a por mí». La llegada a Santa Uxía fue peor de lo esperado: «En aquella época los inviernos eran muy crudos y el primer año me salieron sabañones hasta en las orejas». Problemas con el idioma y una pronta maternidad, pues tuvo su primer hijo con 18 años, complicaron aquel desembarco.

Pese a ello, la Magdalena reivindicativa no tardó en aflorar. Dice que dos acontecimientos fueron cruciales: el a su entender injustificado derribo de la antigua casa consistorial y un viaje a Ceuta, en el que descubrió una asociación de amas de casa. «Echaba en falta alguien que luchara por los intereses de la ciudad y en la que fuera mi casa encontré la solución. Nada más regresar organicé una reunión en la antigua vivienda de Pili Molina y de allí salí presidenta de Amas de Casa de Ribeira».

No tendría suficiente con un día entero de conversación para enumerar los logros conseguidos en estas cuatro décadas, pero hay uno que encabezaría la lista: «Las primeras 300.000 pesetas que tuvimos fueron para construir un parque infantil detrás de la casa consistorial». También recuerda con cariño la creación del grupo de baile; los viajes a Estados Unidos, Suiza, París y casi toda España; la instauración del día dedicado a los mayores...

Triunfos y derrotas

En su camino tuvo que superar algunos tropiezos, pero el apoyo de los ribeirense la impulsó a seguir: «Durante un congreso en Madrid fui operada de un carcinoma de cuello de útero. A la vuelta, un día me encontré en la calle con un cartel que anunciaba un homenaje a Magdalena Bringas». Por ello, y por el amor que siente hacía Ribeira, que hace que se arranque a recitar una poesía que compuso para ensalzar los encantos de la tierra que la acogió, es por lo que no dudó en situarse en la primera línea de algunas de las grandes guerras que se lidiaron en el municipio. Entre ellas, la petición de una escuela náutico-pesquera, que se consiguió, y la ampliación del puerto comercial que, muy a su pesar, no prosperó: «Generaría muchos puestos de trabajo».

Aunque muchos desconocen el motivo, esa Magdalenita (como la llaman sus allegados) guerrera no se atrevió a dar el salto a la política y eso que, tal y como confiesa, el PP llamó a su puerta. No quiso hacerle un feo a su marido: «Él fue candidato porque ansiaba ser alcalde de Ribeira. No lo consiguió y yo no quise después pisarle el terreno».

No se muestra arrepentida, al contrario, de las horas que dedicó a Amas de Casa, «todos los días, de 10.00 a 14.00»; ni de las batallas que emprendió, aunque le ocasionaran algún que otro disgusto: «Cuando reivindicamos el cumplimiento del horario de cierre de los pubs, se montó una manifestación en mi puerta y me insultaron». Pero se va con dos espinas clavadas: conseguir para Ribeira una amplia y cómoda residencia, y ver cómo las mujeres que dedican su vida a la casa y a la familia pueden cotizar y tener derecho a cobrar la jubilación.

Abandona la primera línea del frente orgullosa de ser hija adoptiva de Ribeira: «Por eso yo le regalé a esta ciudad 18 años de mi vida, el tiempo que tardé en hacer las muñecas, porque yo quería compensar a esta tierra que tan bien me acogió». Deja el que fue su trabajo, su familia y el motor de su vida deseando que alguien tome el relevo: «Yo lo que quiero es que la lucha continúe. Me encantaría que gente joven se hiciera cargo de la asociación y consiguiera implicar a la sociedad». Ella no arroja la toalla, pero el campo de batalla está ahora en su cabeza.