Las nuevas musas

juan ordóñez buela DESDE FUERA

BARBANZA

25 mar 2017 . Actualizado a las 13:14 h.

Es innegable que el ordenador ha cambiando nuestra forma de vida y ha mejorado las condiciones de trabajo de aquellos que pasábamos noches tecleando las escandalosas máquinas de escribir. No es que deseche aquel ingenio mecánico, todo lo contrario. Uno no puede echar por tierra los años de aprendizaje, agujereando y emborronando de típex los papeles. Y aquel sonido, con su ritmo trepidante, y los movimientos bruscos del tabulador, y cuando parecía que el carro iba a salir disparado y herir al hermano pequeño. Pero se siente alivio, evocando las trágicas salidas de la cinta de la máquina o el error en la última línea del texto, que obligaba a repetir toda la página, con la rabia brillando en los mofletes. Los procesadores de texto han venido a solucionar tales desmanes con que nos castigaban los diablillos literarios y el cansancio. Noches de café y cigarrillos, con la puerta cerrada para no despertar a los vecinos de sueño ligero. Aquellos eran tiempos románticos, donde pulsar la letra a con la e constituía un duro revés psicológico.

Todo ello ha cambiado, ahora equivocarse es casi un placer, sabiendo que corregir es tarea ligera. Basta con acercar el cursor a la errata y suprimirla con aires de superioridad. El corrector ortográfico también es un invento interesante e incluso los sinónimos, porque existe una tendencia subconsciente a la reiteración de sustantivos y solo es palpable una vez que se repasa el texto por primera vez.

Esta nueva herramienta nos ha dado comodidad, inercia y estabilidad. Pero nos ha arrebatado espíritu de lucha, rebeldía e inconformismo. NO hay nada más reaccionario que el bienestar de un trabajo que no te exige superación ni estar bajo la cuerda floja de los límites puramente humanos.

Las musas han cambiado sus túnicas de seda por sofisticados monos acrílicos. Aunque, afortunadamente, la inspiración sigue estando en manos del trabajo y de la mente humana.