El Geppetto de la natación ribeirense

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

El míster de Olveira talló con mimo una cantera de madera noble que ha subido a lo más alto del pedestal

26 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el Geppetto de la natación ribeirense, el padre de toda una generación que ha encontrado en este deporte minoritario e individual una forma de vida. Juan Carlos Brión Lema no solo fundó el Club Natación Ribeira de la nada, sino que talló con mimo una cantera de madera noble que ha logrado poner el nombre del municipio en lo más alto del pedestal europeo e internacional.

A diferencia del viejo carpintero que dio vida a Pinocho, este vecino de Olveira de 49 años iba para técnico de sistemas electrónicos. Se pasaba los veranos trabajando en el taller de electrodomésticos de su tío. Por eso, cuando le llegó la hora de elegir una carrera, optó por un ciclo de electrónica, que cursó en el CIFP Coroso. Y fue precisamente esta elección la que lo llevó a A Fieiteira, cuenta. Entró para cubrir una plaza de mantenimiento en la piscina ribeirense, la primera de Barbanza, inaugurada en 1991. Y, viendo el talento que pasaba por aquella bañera, impulsó dos años después un club de natación que ha conseguido innumerables premios en los dos últimos decenios. Tantos que «ya perdí la cuenta», dice Brión.

El entrenador (o míster, como lo llaman sus pupilos) siempre estuvo vinculado al deporte. «Cuando era joven no había piscinas; de aquella lo que había era fútbol, más en una aldea como Olveira, donde me crie», indica. Pasaba todo el día en la calle, dando patadas al balón, y en el colegio, más de lo mismo. Así, con 9 años, empezó a jugar en el Artes: «Nos íbamos a entrenar dos días a la semana, caminando por aquellas carreteras de tierra y piedras de antes, sin luces ni nada. Llegábamos a pasar miedo, cuando anochecía en invierno. Ahora a nadie se le ocurriría dejar ir a un niño solo, pero eran otros tiempos».

Un sueño truncado

Pronto se fijaron en el potencial de aquel interior derecho, no muy técnico pero persistente e intuitivo, en el Atlético Ribeira. Tenía 14 años cuando lo ficharon. «Entonces era como si te llamara el Real Madrid o el Barça, jugabas en la liga gallega de juveniles contra equipos como el Deportivo y el Ferrol. Muy pronto ya me pasaron para el primer equipo», relata, en donde se ganó la titularidad. Reconoce que le habría gustado ser profesional, pero su destino era hacer historia lejos de los campos de fútbol.

Tenía unos 25 años cuando se tiró a la piscina como entrenador: «Al principio, me sentía como pato en el agua, pero me fui formando en el mundo de la natación y saliendo mucho fuera para aprender». Y es que el afán por formarse ha sido una constante en la vida de Brión quien, de hecho, no descarta comenzar el próximo año en Ciencias del Deporte.

Los éxitos del club arrancan en el año 1997, cuando Álvaro Reiriz fue al primer campeonato de España y al año siguiente consigue una medalla nacional. Detrás vinieron muchos otros, una lista de la que forman parte Rufino Regueira, que fue a un mundial absoluto en el 2009, Iván Brión (su hijo) a un europeo absoluto en aguas abiertas, Judith Lago a un europeo júnior... Hasta cumplir el sueño olímpico con María Vilas, quien hizo llorar de la alegría a Brión, un hombre capaz de poner a Ribeira a la altura de las grandes ciudades y clubes nacionales.

La cara y la cruz

«Tuve la suerte de tener grandísimos nadadores. Algunos, incluso mejores que María, pero la natación es un deporte que te exige muchísimo y no todos están dispuestos a este sacrificio», asegura. «Lo más bonito es que chavales de 15 o 16 años te vengan con ganas, se pongan objetivos y te pidan ir a entrenar un domingo», añade. Él, que se define como un entrenador trabajador y serio, al que no le gusta dejar nada a la improvisación, confiesa que también ha llorado muchas veces por sus deportistas, cuando veía su frustración al no alcanzar una meta.

Uno de los golpes más duros para Brión llegó justo en una etapa dorada para él, cuando más activamente colaboraba con la Federación Española. Se cruzó en su camino un síndrome mielodisplásico y, tras dos años de incertidumbre, de bajones de hemoglobina y anemias, apareció en Alemania una donante de médula ósea compatible. «En estas enfermedades hay que seguir peleando, te bajan las defensas y coges muchas infecciones», indica. Sin embargo, su intención es seguir vinculado al club «hasta que aguante, por que es algo que disfruto», añade el director deportivo del Náutico Ribeira, un segundo padre para tantos niños como pasaron por A Fieiteira. Lo de llevar una vida sana ya le viene de serie a este amante del duatlón que, por rutina, nada más levantarse, sale a correr, a rodar en bici, o hace rodillo en casa: «No puedo estar sin hacer nada. Para mí, el deporte es una terapia».