Por la senda de lo accesible

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe CRÓNICA

BARBANZA

28 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Con los desmanes urbanísticos que tiene la comarca, hablar de accesibilidad es, hoy en día, pura utopía. Es bueno ir dando pasos, pero cabe pensar que para convertir en accesible la mayor parte de lo que está hecho habría que volver a hacerlo, algo inviable en algunos lugares, y no hablo de remotas aldeas, porque las calzadas ya no pueden menguar más y hacer las aceras más grandes en muchas zonas es imposible.

Preparando un reportaje, supe que el arquitecto Xerardo Estévez trabajó en Boiro allá por los setenta y, ya en esos años, según me explicaron, planificó zonas del casco urbano que hoy, pese a la presión urbanística, conservan todavía cierto desahogo. Parece ser que Estévez, ya en aquella época, no pasaba por aceras que no tuvieran, al menos, ocho metros. Seguro que en aquellos años, en los que se levantaron edificios a destajo hasta que llegó la recesión -como pasó después en el cambio de siglo- a muchos debía parecerles una auténtica burrada semejante amplitud y un desperdicio de suelo edificable. Ahora, mirado en perspectiva, seguro que hay más de un ayuntamiento limítrofe al que no le hubiera importado tener un Xerardo Estévez que aportase algo de orden al caos urbano que sufre.

Cambiar lo hecho es difícil y costoso, pero lo que resulta incomprensible es que continúen cometiéndose los mismos errores en la realización de obras nuevas. Todavía hoy se ven renovaciones de aceras que no se colocan a cota cero. Es decir, a la altura de la calzada. Paseos marítimos con el mismo defecto, papeleras que pueden ser un obstáculo para personas invidentes o adornos al pie de árboles callejeros que pueden constituir una trampa mortal o un incordio.

Incluso, llama la atención la apertura de tiendas en bajos que han sido completamente reformados en las que no se colocan puertas abatibles o en las que se mantienen las escaleras de acceso. Debe suponerse que reciben licencia y, sin embargo, hay flagrantes vulneraciones de las normas sobre accesibilidad.

Se tiende a pensar, erróneamente, que las personas con movilidad reducida son aquellas que van en silla de ruedas o con un andador, pero no es así. Hay muchas causas, algunas de carácter temporal y otras sobrevenidas, que se convierten en permanentes, por las que una persona puede ver reducida su movilidad y para las que el simple hecho de desplazarse puede convertirse en una carrera de obstáculos. Fíjense cuando caminen por la calle: árboles, postes, papeleras, bancos, rebajes para la entrada de garajes que parecen una auténtica montaña rusa, aceras a distintas alturas. El camino de la accesibilidad tiene todavía en la comarca un largo recorrido.