El avestruz

Javier Romero Doniz
Javier Romero CRÓNICA

BARBANZA

29 mar 2017 . Actualizado a las 11:04 h.

Lo vivido el lunes en Barraña tiene difícil explicación para los que, aparentemente, estamos al margen del vestuario blanco. Pero más allá de las decisiones que implicaron -¡con una diferencia de seis horas!- el cese y la vuelta de Fredi Álvarez como entrenador del Boiro, lo que realmente resulta sintomático, y retrata a cada uno de los protagonistas, son las formas antagónicas de gestionar esta crisis surrealista. Por una parte está el presidente, David Places, de carácter volcánico, pero, en frío, dialogante. El que suscribe las ha tenido tiesas con él durante años, lo que no quita que, hoy, tengamos una magnífica relación a riesgo de que, en cualquier momento, vivamos nuevas recaídas... De David valoro por encima de todo que, al margen de sus aciertos o errores, siempre ha dado la cara. De él puede asegurarse que no se esconde, ni se queda sin batería en el teléfono móvil uno de esos días en los que todos son críticas por el motivo que sea. Él siempre ha ido de frente, y lo sigue haciendo, incluso cuando es lapidado por impago a sus jugadores, o por decisiones que, inicialmente, parecen salomónicas y arbitrarias, pero que, con el tiempo, evidencian que había motivos para tomarlas. He charlado mil y una veces con él a pie de campo o por teléfono, lo entrevisté decenas de veces en Radio Voz y para La Voz y, lo dicho, siempre fue consecuente y fiel a su palabra.

Lo que me chirría, por usar un vocablo moderado, es la actitud del entrenador readmitido. Hablamos de una persona a la que se presupone caché en Segunda B, y de un profesional que, además de entrenar, podía aconsejar a los directivos a la hora de moverse en la nueva categoría. Pero, sobre todo, hablamos de un técnico con fama de manejarse bien con los medios y los periodistas. Por eso, su actitud, en las últimas 48 horas, dejó mucho que desear. Lo digo porque en el citado espacio de tiempo no ha querido dar la cara ante la prensa, ni tan si quiera ha tenido la cortesía de contestar a los periodistas que, en el marco de sus obligaciones profesionales, le mandan mensajes amables con el ánimo de que, al menos, dé explicaciones a la afición que a lo largo de la temporada no ha dejado de aplaudir a sus jugadores, a él mismo y a su cuerpo técnico, incluso cuando perdían y la imagen dada sobre el campo era mala. Por eso me cuesta entender que una persona que se considera un profesional del deporte rey, y cobra un sueldo muy superior al salario medio español, se esconda detrás del teléfono móvil y no dé las explicaciones que sí ha dado su presidente. Sobre todo cuando es el propio dirigente quien confesó públicamente que el mismo técnico ya había tomado la decisión de abandonar el barco a siete jornadas de finalizar el campeonato... Y todo ello con una plantilla diseñada a su antojo, y ahora mermada tras apartar a dos de sus integrantes alegando baja forma. Lo cual, y todo sea dicho, invita a realizar nuevas preguntas, algo que, hasta el momento, no ha sido posible por los motivos aquí expuestos.