Pisos para unos y no para otros

Francisco Brea
Fran Brea CRÓNICA

BARBANZA

22 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace poco más de un año escribía mis últimas líneas en este espacio y hacía las maletas para poner rumbo a Lalín y pulsar las teclas en la capital de O Deza. Ahora me vuelvo a encontrar aquí, en la redacción que La Voz de Galicia tiene instalada en Ribeira. Aunque solo llevo en la ciudad centenaria unos pocos días, observo que la vida, más o menos, sigue igual. El parque que veo por la ventana mientras vuelvo a escribir en este espacio sigue lleno de niños jugando y de padres tomando un café o una bebida refrescante mientras vigilan a sus pequeños. Hay que aprovechar el buen tiempo.

Muchos amigos, familiares y conocidos utilizaron la misma frase cuando les comuniqué que regresaba a Ribeira: «¡Qué suerte! Vas a pillar allí el verano». Es cierto, la costa barbanzana es un buen lugar para pasar el verano. Hay ambiente, hay buenas playas, se come bien... vamos, que se puede disfrutar. El único problema que tiene llegar a esta tierra en estos meses del año radica en encontrar a un propietario de un piso que te alquile su vivienda, en principio por seis meses, y renuncie a la posibilidad de cobrar cifras desorbitadas a los turistas durante la época estival. Porque cuando el sol empieza a asomar y a calentar, las cifras se disparan. Existen pisos que en temporada escolar tienen un precio asequible, pero son prohibitivos durante el verano.

El tema no es nuevo, pero, además, en estos momentos no hay muchas opciones de alquiler. Eso dicen, por lo menos, en las inmobiliarias que visité y eso pude comprobar al hacer la típica búsqueda en Internet a través de los conocidos portales que albergan anuncios de este tipo. Yo, por suerte, en pocos días pude encontrar un apartamento céntrico, nuevo, a buen precio y que se adapta a mis necesidades. Otros no pueden decir lo mismo. En una de las inmobiliarias en las que entré tuve que esperar a que la persona que estaba al frente acabara de atender a otros clientes que buscaban lo mismo que yo. Esa familia extranjera no salió de la oficina de igual humor que salí yo. El motivo, a mi me dieron una posibilidad y a ellos se la negaron. Y no fue por culpa de la responsable de la inmobiliaria, que intentó por todos los medios que la dueña del piso accediera a alquilárselo a la familia, sino porque la propietaria del apartamento tuvo prejuicios y no quiso confiar en esas personas que querían un lugar para vivir.

La mujer tenía los papeles que demostraban que iba a cobrar dos años el paro de no encontrar trabajo antes, por lo que podría pagar las mensualidades. Pero ni con esas y el joven, seguramente su hijo, soltó por lo bajo: «Mierda de país». Y en ese momento no pude hacer otra cosa que estar de acuerdo con él.