Hace varias semanas que me siento vacío, melancólico, nostálgico... Desde que la Sanyg cerró el pasado 31 marzo he dejado de ser el mismo. Algo ha cambiado en mí. Lo palpo cada vez que camino por la alameda y mis ojos se encuentran con su escaparate vacío y su puerta cerrada. Pienso en todo lo que hemos perdido, en el paso del tiempo. Me incita a recordar que nada es para siempre. ¿Cuántos libros, revistas y periódicos habrá vendido Mari Carmen en los 43 años que ha trabajado en esta vetusta tienda? ¿Cuánta sabiduría viajó por sus manos? ¿Cuántas historias se habrán vivido gracias a ella?
No es casualidad que el negocio aún no se haya traspasado. ¿En la época de WhatsApp, Instagram y Facebook quién se digna a comprar libros? ¿Y a regalarlos? ¿Quién es el osado que se atreve a llegar a un cumpleaños con una novela cuando sabe a ciencia cierta que nunca se leerá? Algunos culpan a Amazon de ser el centro del problema, mientras que otros señalan con el dedo acusador a las nuevas tecnologías. Respeto su opinión, pero rehúyo crear y creer en enemigos que no tienen ni cara ni nombre. Prefiero considerar que hemos sido nosotros quienes hemos dejado de luchar para intentar conocer. Somos nosotros quienes preferimos el tuit al reportaje y quienes anteponemos un meme a una buena reflexión. A pesar de que tenemos todo al alcance de un clic, optamos por rodearnos por un mundo dominado por meros eslóganes.
A día de hoy, tertulianos de televisión y youtubers ocupan el lugar que ostentaban los intelectuales de antaño. La risa ha ganado a la razón. Como teorizó el sociólogo Neil Postman en su Divertirse hasta morir, hemos dejado de pensar para rodearnos de un ocio que nos mantiene entretenidos y anestesiados 24 horas al día, al más puro estilo Un mundo feliz. Solo tenemos que querer verlo. Como escribió el genio Giovanni Sartori en su ensayo Homo videns, la sociedad teledirigida, la imagen ha ganado la batalla. La evidencia de que la palabra cada vez importa menos os la resumiría en la siguiente pregunta. ¿Serían capaces de explicar lo que sintieron la primera vez que amaron con una simple imagen?
Normalmente pienso que, a pesar de todas las injusticias, el mundo sigue mejorando. Aunque no es sencillo, hay centenares de motivos que me obligan a verlo así. Hoy les pido que perdonen mi melancolía. Siento que sin la Sanyg, Ribeira ya no es lo mismo y que todos nosotros hemos dejado de ser lo que un día fuimos. A los que os habéis acordado, espero que este domingo hayáis vivido un gran día de San Jordi. Mañana volveré a ser positivo, solo dudaré cuando mis ojos se vuelvan a cruzar con el escaparate vacío.