La decadencia del Robin Hood

BARBANZA

27 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El forajido convertido en héroe, el Robin Hood que vive fuera de la ley y lucha, a su manera, contra las injusticias es una figura grabada en el imaginario colectivo. Muchos crecimos viendo las mil y una versiones de la historia que se llevaron al cine sobre el clásico del bosque de Sherwood, incluso con protagonistas animados y animalizados, convertidos en zorro, por casualidad o mordacidad. El caso es que el ladrón, el antihéroe, se convirtió con Hood en el personaje admirado por sus hazañas, pasando por alto que su mérito era robar, aunque fuera a los ricos para dárselo a los pobres y oprimidos.

De fondo, la historia cuyos orígenes están en el folclore inglés medieval abría un debate que hoy sigue estando presente sobre el límite entre el bien y el mal, algo que otros muchos supieron explotar en el medio audiovisual, por ejemplo con un asesino en serie llamado Dexter al que su moral solo le permitía dar rienda suelta a su lado salvaje con delincuentes de sangre fría que merecían un castigo que no llegaron a recibir de la Justicia.

El límite entre el bien y el mal es, muchas veces, una línea demasiado delgada. Pongamos por caso una escena que se producía hace unos días en Ribeira, en donde Cáritas instaló unos contenedores para la ropa usada de los que se benefician familias en riesgo de exclusión social. No llevan ni una semana en la calle y ya hay quien ha robado prendas del interior de los recipientes empleando un anzuelo y muy poca vergüenza para ello. Desde la oenegé católica constatan que hay personas sin recursos que recurren a estas artimañas para asegurarse una chaqueta, calzado nuevo para sus hijos, aunque podrían haber accedido a él siguiendo los cauces morales. Y es que algunos se han llevado tantos golpes en la vida, que ya no se fían ni de quien les da de comer.

Otros, directamente, le echan mucha cara. Es frecuente que parte de la ropa que desapareció de los contenedores acabe misteriosamente en algún puesto del mercadillo. Mercancía gratis, ¡oigan! Y sin remordimientos de conciencia, que no la tendrán, porque resulta que de esas prendas depende el sustento de familias que lo están pasando verdaderamente mal.

El secretario de Cáritas en Ribeira, Manuel Mirás, ya no se asusta de nada. «¿Si nos vienen a robar a la misma puerta de Cáritas no van a hacerlo en los contenedores?», preguntaba con retórica. Cuenta Mirás que ya ha visto a gente marchándose con las bolsas en la mano que otros acababan de dejar en la entrada del local, incluso a alguna que se paró allí mismo y, ni corta ni perezosa, desparramó las prendas en el suelo para ponerse a elegir cuál le gustaba y cuál no. Si Robin Hood estuviese allí le hubiera dado su merecido, ¿o no?