La cultura de masas y el orgullo friki

Antón Parada

BARBANZA

27 may 2017 . Actualizado a las 12:05 h.

Hace dos días tenía lugar una de esas extravagantes y atractivas efemérides de la que he de confesar que me hubiera encantado participar, el día del orgullo friki. Este gran cajón de sastre en el que se ven representados los amantes de cómics, animes, videojuegos, películas, series y literatura de culto, a menudo es contestado con críticas que poseen cierta reminiscencia pueril y están imbuidas de ese olor rancio perteneciente al aroma del acoso escolar. A mi parecer, hay dos aspectos relacionados con esta jornada que me gustaría abordar.

El primero me produce una sensación muy similar al impacto que recibí cuando entré por primera vez en la FNAC y vi apiladas novelas de Truman Capote en los expositores como si se tratase de una carnicería donde se vende al peso. «Póngame medio kilo de Desayuno con diamantes y 300 gramos de Plegarias atendidas», ya me entienden. En ese sentido, pretendo denunciar la banalización de obras que se puedan circunscribir al término friki, a través de la proliferación del merchandising y sus precios abusivos que se traslada a los propios ejemplares y ediciones. Vamos, pregúntenle a sus padres o abuelos cuánto les costaba a ellos un número de El capitán Trueno o de la Patrulla X. El segundo factor se lo adelantaba al inicio de esta crónica, me refiero al acoso y derribo de personas que posiblemente aún guarden sus colecciones de cromos de fútbol a los que hacen lo propio con los de Pokémon.

No logro comprender por qué está tan mal visto o se le otorga una consideración menor a este tipo producción cultural. En ocasiones he percibido más mensaje oculto y trasfondo en una novela gráfica que en un bestseller de Zafón. Si hay profesores de lengua que escogieron su oficio motivados por el idealismo de El Quijote, quién dice que el frikismo no ha creado otros grandes héroes cotidianos inspirados por la S del último descendiente de Krypton. Yo mismo crecí soñando con ser periodista, imaginándome que un fiel perro blanco me acompañaría en la búsqueda del tesoro de Rackham el Rojo.

El mensaje que quiero transmitir a quiénes se hayan sentido identificados por los motivos antes expuestos se basa en que deben sonreír por ser capaces de vivir mil vidas. Hoy podrían destruir por enésima vez la Estrella de la Muerte y mañana estar en algún lugar remoto de Siria descubriendo una reliquia que llevarse a la mansión Croft. Podrían salir en la búsqueda de siete bolas mágicas con las que despertar al dragón, para al instante estar sentado al borde del Monte del Destino. En mi caso, mi mente ya galopa la Senda a lomos de Sardinilla, para encontrarme con el abrazo de la hechicera Triss Merigold en los viñedos de Corvo Bianco.