«La Guerra Civil frustró que el primer helicóptero construido fuese español»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS MÍGUEZ

Su abuelo fue un visionario, al que acaba de rendírsele un homenaje en Madrid

19 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Recientemente se rindió homenaje en el Colegio de Ingenieros de Caminos de Madrid a un genio anónimo, Federico Cantero Villamil. Un profesional de gran inventiva, con pasión por la aeronáutica, que llegó a proyectar y construir el que podría haber sido el primer helicóptero que levantase el vuelo. Pero la historia de España fue especialmente cruel con este inventor, tal y como explica su nieto, Federico Cantero Núñez, notario en Arteixo.

-¿Por qué no llegó su abuelo a culminar su proyecto?

-Se le cruzó la Guerra Civil y eso frustró que el primer helicóptero diferenciado del autogiro de Juan de la Cierva que se construyese fuese español. Y cuando terminó la guerra, él estaba ya con la salud debilitada. Siguió con sus investigaciones, pero murió de tuberculosis en 1946, y en esos años le costó sacar adelante cosas que venían de antes de la guerra.

-Era ingeniero de caminos, pero se dedicó también a la aeronáutica.

-Fue un hombre muy polifacético. La aeronáutica fue su gran pasión, pero nunca su trabajo profesional. Tal fue esta pasión que llegó a montar en Zamora un laboratorio aeronáutico, un banco de pruebas para rotores y hélices. Y en Segovia creó un club de vuelo sin motor. La primera patente aeronáutica que presentó fue en 1910, y llegó a tener 30 patentes aeronáuticas registradas. Estaba en comunicación con ingenieros franceses, que le hacían las pruebas del túnel de viento que aquí era imposible hacer.

-¿Cómo fue la creación de ese prototipo de helicóptero?

-Empezó a construirlo a principios de 1936 en un taller de Madrid con un mecánico y un ingeniero aeronáutico llamado Pedro Blanco. Las pruebas del helicóptero estaban proyectadas para finales del 36, pero el 18 de julio pasó lo que pasó. Él estaba en Segovia, donde pasaba la familia el verano, y el aparato en Madrid, dos zonas que quedaron en bandos distintos de la contienda. Así que estuvo tres años separado de su proyecto. Cuando terminó la guerra quiso retomarlo, pero le faltaban piezas, había que rehacer materiales y la capacidad de importación de España en aquel momento era nula. Y mientras tanto, Sikorsky hacía volar su prototipo. De no haber sido por la Guerra Civil hablaríamos de la Libélula española, no del helicóptero. Así es como lo bautizó, aunque en los primeros bocetos de 1915 le había puesto un nombre más básico: El carro volador.

-¿Habría funcionado la Libélula española?

-El catedrático de helicópteros José Luis López Ruiz, en una conferencia, dijo que le sorprendía no haber tenido conocimiento de las aportaciones de Cantero Villamil hasta hace poco, y que cuando las descubrió se estudió todas sus patentes. Decía que el helicóptero, tal y como estaba diseñado, podría haber volado en Sevilla, aunque no en Madrid por la densidad del aire. Le quedaba todo por perfeccionar.

-¿Llegó usted a ver ese helicóptero?

-Mis padres y mis tíos no hablaban mucho del tema. Pero cuando fui a estudiar la carrera a Madrid, en los años 70, el helicóptero todavía existía, estaba en un taller situado en Cuatro Vientos. Tenemos fotos de eso. Pero nunca lo fuimos a ver. Y terminó desapareciendo porque nadie sabía de dónde venía ni qué era aquello.

-¿Por qué se recupera precisamente ahora el legado de su abuelo?

-La iniciativa fue de su hija pequeña, que tiene ya 90 años. Tenía cierto cargo de conciencia porque no quería que se olvidase el legado de su padre.

Conexión gallega. «Mi abuelo se casó en su segundo matrimonio con una nieta de Concepción Arenal, y pasó muchos veranos en Moaña con la familia de su mujer, mi abuela», explica Federico Cantero. Pero la relación con Galicia viene de más atrás: «Su padre estuvo mucho tiempo en Galicia a principios del siglo XX, porque dirigió la obra del ferrocarril de Ourense-Vigo».