Seguridad ciudadana

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe CRÓNICA

BARBANZA

22 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No es que sea la comarca un lugar especialmente inseguro, pero lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, prácticamente no hay noche en la que no se produzca, al menos, un robo, cuando no son más. Aunque Ribeira últimamente se está llevando la peor parte, con sustracciones que tanto se producen en el polígono industrial como en los establecimientos hosteleros, parece que ningún lugar está a salvo.

Erradicar los robos es, desde luego, una misión imposible, pero está claro que alguna medida habrá que tomar. Los hosteleros ribeirenses reconocen estar angustiados. No es para menos, alguno ha sufrido más de un asalto en la última semana y, en algún caso, la fechoría de los delincuentes no ha llegado a materializarse porque los maleantes han sido pillados con las manos en la masa. Hay hasta algún caso de vecinos que, al ver lo que sucedía, no han dudado en arrojar desde la ventana todo tipo de objetos a los amigos de lo ajeno para obligarlos a desistir de sus intenciones.

En otros casos, gerentes de algunos establecimientos han salido corriendo detrás de los ladrones y, otros, poniendo en riesgo su propia vida, hasta han pasado parte de la noche en el local para impedir que les entraran a robar e incluso les han plantado cara y han resultado heridos.

El panorama no es nada alentador y aunque este tipo de actos no van a poder impedirse, sería conveniente elaborar algún plan de acción conjunto. Para empezar, una mayor dotación en las fuerzas del orden, porque tanto en las policías locales como en los cuarteles de la Guardia Civil o en la comisaría de Ribeira falta personal. No se trata de un problema de ahora, la escasez de agentes viene desde hace tiempo, solo que actualmente, con un grupo de delincuentes campando a sus anchas, el problema adquiere mayor notoriedad.

Hace falta una actuación integral en la que, desde luego, también debería implicarse al sector judicial. Seguro que las cárceles están llenas de delincuentes, pero tampoco resulta de recibo que haya ladrones a los que las fuerzas del orden capturan uno y otro día y acaban saliendo en libertad después de una noche en los calabozos de turno.

Hay que articular los mecanismos para que esta espiral de delincuencia encuentre freno porque la angustia crece entre la población. Los dueños de negocios temen llegar a su establecimiento al día siguiente y encontrarse con una desagradable sorpresa. Por su parte, tampoco los vecinos se sienten seguros, dado que la proliferación de robos también les afecta a ellos. Se necesita, en un caso como este, que la comarca actúe de forma coordinada. No se trata del problema de un ayuntamiento.