Mikasa FT-5

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

25 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Encontré en mi desván un balón Mikasa FT-5 limpio, sin estrenar, con su olor plastificado. Sentí cierta vergüenza. El mayor engaño del mundo actual es hacerte creer que aún tienes tiempo. A mí ya no me quedan horas para gastar este balón. Lo guardé ahí cuando marché a Santiago, cuando comencé a abrir cervezas sin haber acabado aún la que estaba bebiendo, como si estuviera siempre apagando una hoguera dentro de mí. Guardo aquí el balón, para después, me dije.

Una pelota sin usar es una tragedia. Como una vida, ambas han de ser manchadas. Llenas de rotos, recuerdos, regates, lesiones, goles en propia. Crecer es un acto de cobardía. La chica que te gustaba estaba en las gradas. Hubo tiempos felices y tiempos terribles y luego hubo tiempos como alas de libélula que, al roce, se marchitaron. Somos nada para el mundo. Una nada con porterías hechas de sudaderas amontonadas donde cada vez que chuto pierdo treinta años.

Balón al suelo. Punteirolo como forma de vida. Fracasar más y mejor. Los balones deben reventarse hasta ver su alma abombada a través de sus hexágonos heridos. Guardé el balón para un después que ya fue. Qué triste felicidad es estar vivo.

Los toboganes tienen tres partes. La primera es vertiginosa e infantil, la última es un aterrizaje torpe e incómodo. En medio está todo. Me deslizo con los brazos en alto, suspendido en mitad de ninguna parte de esta indescifrable aventura. Tengo las rodilleras del chándal remendadas. Ayer bajé el balón a la playa. Chuté alto, arriba. Apunté a Júpiter. No quiero marcar gol. Quiero mirar al cielo, donde busco mis raíces.