Un jardín invadido por personajes televisivos y animales de piedra: «Non creo que o noso fillo o conserve»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

BOIRO

MARCOS CREO

Una pareja de Boiro comparte su día a día con todo tipo de estatuas de animales y personajes televisivos de los años 80

23 sep 2023 . Actualizado a las 15:35 h.

No es del todo fácil llegar, pero la simpatía de los vecinos de la zona hace que cualquiera que sepa manejarse por caminos forestales pueda encontrar un curioso rinconcito artístico en el lugar de Carboeiro, en la parroquia boirense de Cures. Cuando uno llega con el coche, lo mejor es dejarlo en la senda de la parte de abajo del pequeño núcleo de casas que queda a la izquierda y subir andando la cuesta arriba. Allí verá una hermosa casa de piedra flanqueada por un hórreo y unas escaleras ascendentes.

Lo más normal es que anden por allí fuera Marisol Laíño o su marido, José Amable, los dueños del inmueble. Aunque a simple vista la intromisión pudiese resultar incómoda para los visitantes, lo cierto es que los boirenses, de 79 y 80 años, están muy acostumbrados a recibir todo tipo de gente en su jardín, pues a pesar de no ser un espacio público, con los años se ha convertido en un punto de peregrinación para los amantes de la artesanía.

Pero, ¿por qué? La razón de esta fama no es otra que la enorme cantidad de figuras que plagan la finca. Escondidas tras pequeños arbustos, presidiendo majestuosas mesas de piedra o incluso dándose un baño en el lavadero, pueden verse un montón de animales labrados con las poses más originales. Casi todos son obra de Manuel Laíño, padre de ella y maestro escultor de él. «Temos 250 figuras feitas por el, é a súa mellor herdanza», resalta emocionada su hija.

Las obras que relucen al sol del mediodía sobre la hierba representan no solo todo tipo de fauna, sino también personajes conocidos de la televisión y la cultura de los años 80, como Macario o Doña Rogelia. Tanto es así que, con rostro serio y altivo, un Camilo José Cela parece observar con desprecio a los visitantes que osan mantenerle la mirada.

No es fácil fijar la atención en cada uno de los objetos de la particular exposición, pues algunos de ellos tienen tanta historia detrás que es imposible quedarse con todo en un primer vistazo. Para eso están Marisol y José, que gustan de explicar a los turistas qué significa cada figura y cuál fue su proceso creativo. Todas salen de las mismas manos y eso se ve. En todas hay una especie de firma personal intangible que se nota en la manera de trabajar la piedra.

Laíño señala que su padre invertía todo su tiempo libre en dar vida a todos estos animales y seres humanos inertes, dotándolos de expresividad a pesar de ser inmóviles. Cuando uno pasea por la propiedad tiene la sensación de estar entrando en una sala llena de fotografías surrealistas talladas en granito: «Nunca copiou nada de ninguén, facía o que lle pasaba pola cabeza en cada momento».

Amor tallado

El recorrido acaba en la puerta principal, donde se encuentra la primera creación del boirense, una mesa de piedra que hizo cuando nació su pequeña Marisol, la mediana de sus tres hijos:«Moita xente coñece o sitio polo boca a boca e vén ver o xardín, nós non cobramos nada, respectamos moito o que fixo papá e queremos que todo o mundo poida gozalo».

Ahora que los años han menguado un poco las capacidades de la pareja de mantener tan bien como les gustaría su hogar, admiten que tienen miedo de que nadie siga con la tradición que ellos empezaron. «Non creo que o noso fillo o conserve», indica Laíño. Del mismo modo, asevera que nunca permitiría que nadie le comprara ni una sola pieza, pues para ella es imposible ponerles un precio: «Isto non se vende».

Muchos han sido los que han intentado convencerla a ella y a su marido de poner la casa en alquiler, pero es tanto el cariño que le tienen que no se ven capaces: «Temos medo a que alguén ande sen coidado e rompa algo». Entre las obras del boirense también se encuentran algunas de Amable, que aprendió a tallar junto a su suegro y es muy aficionado a ello: «Cando estaba xa moi maliño, papá díxolle que seguise, que el tamén valía para iso».