Ruth y José Manuel, la informática y el manitas que lo dejaron todo por el arte: «Podemos gozar dos nosos fillos»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA / LA VOZ

PORTO DO SON

Los artistas han dado forma a varios «Tahumis» en la falda del monte que les da nombre.
Los artistas han dado forma a varios «Tahumis» en la falda del monte que les da nombre. MARCOS CREO

La pareja de artesanos, afincados en Porto do Son hace figuras y abalorios de todo tipo con la madera como material principal

06 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La madera ha acompañado al arte desde el mismo inicio de la humanidad, cuando palos y vegetales machacados servían como materia prima para que los primeros homínidos plasmasen conceptos más o menos complejos sobre las paredes de las cuevas. Su utilización ha ido evolucionando a lo largo de los siglos, pero ya fuese en forma de un Cristo preguntando a Dios por qué lo ha abandonado o siendo el soporte para representar figuras tan impresionantes como las del escultor chino Zheng Chunhui, lo cierto es que el marrón de las tablas nunca se ha bajado del tren de la creatividad.

Tal es su encanto que el trabajo con este material les ha cambiado la vida por completo a Ruth González y José Manuel Riveiro, una pareja de sonenses enamorados de la naturaleza. Ella, una viguesa afincada en tierras barbanzanas desde hace 18 años, abandonó su carrera de informática por fundar un taller junto a su amado, que dejó de lado su oficio de electricista y fontanero para dedicarse en cuerpo y alma a una pasión que descubrió de casualidad.

Aunque parezca mentira, todo salió de Youtube: «Él sempre vía vídeos de xente tallando madeira. Un día levantouse, colleu a motoserra e alucinamos». «Sin pausa pero sin prisa», que diría el cantante Melendi, todo fue saliendo como si hubiese estado cosido por el fino hilo rojo del destino. Así fue como se les ocurrió la idea de empezar a hacer todo tipo de figuras de diferentes tamaños con las que intentar abrirse un hueco en el mundo de la artesanía.

El salto al ámbito profesional llegó apenas unos meses después de los primeros experimentos, cuando entraron a formar parte del colectivo Creativas Galegas, que les brindó la posibilidad de contar con un punto de venta físico en plena ciudad de Santiago.

Los cambios no solo repercutieron en su vida laboral, sino también en la familiar, lo que se tradujo en tardes de juegos y actividades que antes no habían podido disfrutar tranquilos: «Agora podemos gozar dos nosos fillos».

Cambio de vida

Sobre las dificultades de lanzarse al mundo del emprendimiento, el sonense José Manuel Riveiro lo tiene bastante claro: «Eu sempre traballei por conta allea pero a raíz dunha baixa tiven que buscar esta segunda saída laboral. Ten vantaxes e desvantaxes pero o certo é que nos nosos anteriores traballos non sentíamos que nos devolvesen o que nós investíamos, consumían moito tempo cos rapaces».

Los niños han sido también una inspiración para la pareja, que aspira a enseñar valores positivos a los más jóvenes a través de sus creaciones. No hay obra en el mundo que esté vacía de contenido, por eso, puestos a transmitir mensajes, los barbanzanos optaron por enseñar a pequeños y no tan pequeños el valor de cuidar los montes de la zona como se merecen.

Así nacieron los tahumis, figuras de madera con las que están poblando algunos de los paisajes más emblemáticos de la comarca, como el monte que les da nombre, el Tahúme. «Son seres fantásticos que creamos a partir de árbores danadas por temporais, é unha forma de darlles unha segunda vida», explica Riveiro.

Otro de los objetivos de estas esculturas, que en ocasiones pueden llegar a alcanzar grandes dimensiones, es amenizar los paseos de los vecinos: «Se a Administración nos da permiso para actuar en máis, nós encantados».

Además de tallas motosierra en mano, la pareja produce abalorios y utensilios de tamaño reducido como bolígrafos o letras customizadas utilizando resina transparente con la que encapsular elementos naturales como arena o conchas. Inspirados por sus propios hijos, la pareja sonense hace juguetes de madera para diferentes edades en los que utilizan un barniz comestible por si a algún menor le da por metérselo en la boca.

Con el fin de preservar el medio ambiente, los artistas usan la mayor cantidad posible de elementos no contaminantes. Un buen ejemplo de esta práctica son los envoltorios que utilizan, que en vez de ser de plástico son de papel, igual que las bolsas.