Sobre la vigilancia de deposiciones

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro CRÓNICA

RIBEIRA

24 mar 2017 . Actualizado a las 21:37 h.

No es la intención de esta crónica caer en lo escatológico, pero las deposiciones están de actualidad, al menos en lo que concierne a las de los perros en las vías públicas de Ribeira. Las molestias que genera el que los dueños no recojan los excrementos de sus mascotas cuando las sacan a pasear no es un problema que afecte únicamente a Santa Uxía, pero sí es cierto que ni a base de campañas de concienciación ni de letreros apelando a su civismo se ha conseguido que impere la responsabilidad individual sobre el egoísmo y la comodidad.

Una que, como tantos otros, ha tenido perro sabe la pereza que da salir con la bolsa, sujetando la correa de un cachorro túzaro en una mano y en la otra el paraguas, haciendo equilibrios en cuclillas para recoger las vergüenzas del animal mientras este tira de ti para seguir avanzando. La incomodidad de tener que hundir los zapatos en la tierra blanda, a veces enlamada, de un parque o zona ajardinada (hay mascotas muy exquisitas, la mía lo era, que se las apañan para encontrar una zona verde allí por donde pasan y poco escrupulosas para atravesar charcos). O la de perseguir en una acera en pendiente una deposición que rueda cuesta arriba o abajo. Es un incordio, sí, como sacarlos a pasear por la mañana, al mediodía y por la noche. Pero es una responsabilidad que todos conocen antes de meter en casa un animal, y que deben asumir.

Es normal, por otra parte, que la gente esté harta de toparse, mañana sí y mañana también, con excrementos en su camino. De hecho, han sido las reiteradas quejas por parte de los ciudadanos las que han hecho que el Concello de Ribeira se ponga serio con este asunto y haya encargado a la Policía Local que empiece a sancionar a quien incumpla el reglamento, una norma -por cierto- que no es municipal, sino de ámbito autonómico. En muchos sitios hacen la vista gorda, hasta que se convierte en un problema o motivo manifiesto de malestar. Sin embargo, manifiesta es también la falta de agentes municipales, que ahora además de vigilar por la seguridad ciudadana han de seguir la pista a las heces caninas vestidos de paisanos. La imagen es de chiste.

Hay precedentes, no obstante. Hace unos años el Ayuntamiento madrileño de Brunete ordenó espiar a los dueños de los perros y, a aquellos que se dejaban olvidados los excrementos en la vía pública, se los enviaban a domicilio con la multa respectiva, en el marco de una campaña de concienciación. Agresiva, sin duda, pero efectiva un rato. Y es que parece que solo a base de palos aprende el burro. Esperemos que no haga falta llegar a estos extremos. Por si acaso, anden con ojo, que las multas para reincidentes pueden llegar hasta los 5.000 euros.