Testigo del horror de la pobreza y el terrorismo en África

Á. Palmou CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

CEDIDA

29 jul 2014 . Actualizado a las 11:37 h.

Sepultadas bajo la dictadura informativa de la actualidad inmediata y de los dramas más cercanos, las tragedias que se suceden en diversos puntos de África caen muchas veces en el olvido pese al esfuerzo que realizan allí personas como el ourensano Luis Cachaldora Gago, misionero en Camerún de la Congregación de los Espiritanos y testigo directo de los horrores de la pobreza extrema y, ahora también, del terrorismo.

Cachaldora, que disfruta en la actualidad de un merecido descanso en Galicia, aprovechó la jornada del domingo para acercarse hasta Carballo respondiendo a la invitación del párroco José García Gondar, al que conoce desde hace ya unos cuantos años.

Además de participar en los diversos oficios religiosos del día, no dudó en compartir el drama que se vive en África -«en aquellos lugares donde hay más necesidades y pobreza y donde se cometen más injusticias y atrocidades»-, pero del que hasta aquí solo llegan algunos ecos lejanos.

Hace solo unos meses, vivió muy de cerca el secuestro de otros tres misioneros de una congregación próxima a manos del grupo terrorista Boko Haram, que mientras Cachaldora hablaba en Carballo secuestró, para liberar unas horas después, a la esposa del viceprimer ministro camerunés. Pero pese a las recomendaciones de su obispo y de las autoridades españolas en aquel país, se negó a dejar la misión en la que presta servicio, tanto como sacerdote como profesor, en el norte de Camerún, cerca de la peligrosa frontera con Nigeria.

Allí, según explica, las únicas vías de acceso para la población local a la educación, a la sanidad y a otros servicios básicos son los hospitales y las escuelas católicas, por eso Cachaldora y otros religiosos siguen resistiendo a la presión creciente del fundamentalismo islámico. «Temor no», asegura apelando a su condición de representante de la Iglesia y de misionero al ser preguntado por el clima en el que desenvuelve su labor, aunque reconoce que sí vive con «inquietud, cautela y prudencia». «Por la mañana, te levantas y te dicen que han matado a 30 personas», cuenta para ilustrar la crudeza de un día a día que ha dejado atrás por unas semanas, pero al que regresará en septiembre para seguir ayudando a los más necesitados.