La inspiración

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

CARBALLO

26 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo varios amigos artistas en Facebook, suelen subir fotos suyas con cuadernos y un lápiz en playas o bosques, titulan sus instantáneas Buscando la inspiración. Todo muy idílico, escriben poemas. Cosa que me parece fantástica, pero creo que también hay que hundir la cara en el fango, revolcarse en la más abyecta miseria, meterse una semana en una fosa séptica con la única compañía de una cantimplora con vinagre, alfileres y folios. De eso no suben fotos.

A lo largo de la historia hemos visto cuántas veces se alcanza el cénit artístico cuando crepitan de dolor los huesos del alma: Jorge Manrique, Burroughs, Baudelaire, Javier Sans, Rimbaud, Poe, Hemingway, Lovecraft, Tchaikovsky, Verlaine, Faulkner, Jim Morrison, Larra, Proust, Oscar Wilde, Janis Joplin, Kafka, Garrincha o Antón Parada.

La literatura es pulsión de vida y, sobre todo, de muerte. ¡Tantos escritores de excepcional sagacidad y lucidez han rubricado la última página de su vida con un nudo corredizo o un veneno! El escritor es como un héroe trágico, se somete a un proceso de introspección, de análisis profundo de la condición humana que lo traslada a una desesperación tan íntima que, en ocasiones, lo mata.

Mi poetisa favorita, Alejandra Pizarnik, se suicidó y escribió: «Podad mi cuerpo cada primavera, / y que crezcan con fuerzas renovadas, / en su tumba, mis esquejes». No me la imagino escribiendo estos versos, transidos de amargura, en un balneario y subiéndolos a Instagram. La inspiración puede brotar de las flores para conmoverte, pero cuando lastima, oh, cuando duele, ilumina.