«Actuar en la calle me enamoró, no lo dejaría ni por los mejores teatros»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

CARBALLO

MARCOS MÍGUEZ

Este joven ilusionista congrega multitudes con sus «shows» callejeros

13 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El miércoles pasado, festivo y con un sol que se dignó a aparecer por la tarde, la zona de juegos infantiles de la Marina coruñesa se abarrotó de niños inquietos y pacientes padres. Pero de golpe, todo el gentío abandonó los columpios para agolparse alrededor de un joven ataviado con un sombrero, una baraja y unas cuerdas que prometía un gran espectáculo. Es David Maestro, coruñés del 97 que tras pasar media vida en Vigo ha vuelto para estudiar Sociología y para demostrar que lo suyo es la magia. Pero la magia a pie de calle, lejos del glamur de los teatros. Lo suyo, asegura, es repartir ilusión entre los viandantes. Sus respuestas denotan una pasión que recuerda a otro joven creador de ilusiones, el carballés Alejandro Louzao, el mago Álex, también nacido en el 1997 y quien empezó con los trucos con tan solo diez años. Esta es la historia de David Maestro.

-A pesar de su juventud, viéndole cómo maneja las cartas, debe llevar tiempo en la magia.

-Desde que vi, siendo un crío, a Jorge Blass en un anuncio de la tele. Después me junté con un compañero de clase al que también le gustaba el tema, practicamos y llegamos a montar un grupo, Street Magic Galicia, con el que actuábamos en la calle los fines de semana. Era muy cutre, pero divertido. Íbamos con ropa de nuestros padres, pero la cosa funcionó y terminaron llamándonos para fiestas, cumpleaños... Con 15 años.

-Sorprende ver magia en la calle, parece más propia de teatros.

-Lo de la calle fue un flechazo. Me enamoró desde el primer momento en que lo probé, por la libertad que te da y las emociones que despiertas. Eres el dueño total del espectáculo. El fin de la magia es generar emociones en el público, y eso se consigue de un modo especial en la calle.

-¿Y es buen negocio?

-Me da de comer, pero no voy a dejar de estudiar. Ese es un mantra que todavía suena en mi casa y que se encargaron mis padres de dejármelo muy claro: hay que terminar los estudios. Me quedan dos años, pero mis planes son seguir dedicándome a la magia.

-Enfrentarse a un público que no está predispuesto a ver un espectáculo, que no ha pagado entrada y que probablemente esté de paso parece complejo.

-Ese es un arte aparte, el arte de la convocatoria. Tú estás ahí, solo, desnudo, y tienes que empezar de cero un espectáculo y convencer a los que están alrededor, a los que pasan de largo, de que merece la pena quedarse un rato. Tiene su truco, si eres capaz de parar a unos pocos, se enganchan enseguida, y ellos mismos son los que hacen de gancho para el resto. Cuanta más gente tengas alrededor, más se pararán a verte..

-¿Varía mucho un espectáculo de magia si se hace en la calle o en un teatro?

-Claro, son cosas totalmente distintas. Actuar en un teatro es más como una disciplina, mientras que en la calle lo asimilo más al clown. Tienes que tener un show que atraiga a la gente. Yo me quedo con la calle, lo que no quita que todo lo que salga de teatros será bienvenido. Pero aunque me salga una gira por los mejores teatros, no dejaría la calle. Es muy gratificante. Hay veces que vienes con la moral por los suelos, que lo último que te apetece es transmitir buen rollo, pero una vez te pones y ves a la gente a tu alrededor, te da un subidón y se te olvida todo.

-Pero el público con el que cuenta es impredecible. No sabe lo que se va a encontrar.

-Me ha pasado de todo y he tenido públicos de todos los estilos. Siempre hay uno que intenta reventarte el espectáculo, que viene montando bronca y dando gritos. No lo ponen fácil, pero bueno. Peleas y, si ves que la cosa no va, pues acortas el show.

-¿El hecho de que estudie Sociología está relacionado por su querencia por la calle?

-Como mago la sociología me es muy útil, y como sociólogo, nada mejor que estar en la calle en contacto con la gente. Es una pista de aprendizaje magnífica. En todos los sentidos. No me imagino mejores tablas que las que adquieres en la calle. Ahí tienes que sacar recursos de donde sea para salir airoso de cualquier situación.

«Por la mañana voy a clase a la facultad, y por la tarde ensayo entre dos y cinco horas»

No tardó David Maestro en contactar con la comunidad de magos de la ciudad al llegar a A Coruña: «Kiko Pastur fue profesor mío, estuve en uno de sus cursos de cartomagia y es un referente para mí», afirma mientras convierte las distintas cartas de una baraja en el ocho de diamantes con un chasquido de dedos.

-¿Cómo se forma un mago? Porque con esos poderes no se nace.

-Ahora hay una escuela en Madrid, pero básicamente tienes que buscarte la vida. Ahora bien, aunque sea de un modo autodidacta, requiere mucha formación, hay que estudiar. El propio Kiko me decía que lo que movía la magia, lo necesario para ser mago, es el interés que le pone cada uno.

-¿Qué tipo de magia prefiere?

-Me quedo con la magia de salón, que es básicamente lo que hago. Pero también me gusta mucho la magia de cerca, ahí es donde mejor ves la emoción del público, cuando ve que está ocurriendo algo que no es capaz de entender a un palmo de sus narices.

-¿Qué cara le puso su madre la primera vez que le dijo que se bajaba a la calle a hacer magia?

-Pues su cara fue un cuadro, como te puedes imaginar. Ella me veía con las cartas en casa, pero pensaba que aquello era una afición, mejor que estar con los videojuegos. Pero cuando vio que me iba a la calle a actuar, fue otra cosa. Ahora ya ve que la cosa va en serio. De hecho quiero presentarme en junio al concurso nacional, con un juego de aros. Estoy ensayando lo que puedo, entre dos y cinco horas diarias. Por la mañana, clase, y por la tarde, ensayo.

-Ande, cuénteme cómo ha hecho lo de las cartas, que no se lo digo a nadie. ¿Dónde está el truco?

-¿Qué truco? ¡Es magia! Nada más que eso.