«Hasta ahora era normal que cobrase todo el mundo menos el artista»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

CARBALLO

ANGEL MANSO

Jorge Couceiro está al frente de A Colectiva, una asociación que defiende los derechos de los creadores

24 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La Asociación Profesional de Artistas de Galicia, A Colectiva, está dando sus primeros pasos desde su reciente constitución. Se trata de un organismo que viene a solucionar una carencia histórica en el arte gallego, según explica su presidente, Jorge Couceiro, docente en la Escola de Arte e Superior de Deseño Pablo Picasso y en la Escuela Superior Marcelo Macías. Esta pasada semana han celebrado un congreso propuesto y financiado por el MAC que ha acercado a la ciudad de A Coruña diferentes ejemplos de asociacionismo en el mundo artístico de toda Europa.

-¿Qué es exactamente A Colectiva?

-Es el resultado de una necesidad que viene existiendo desde hace generaciones, que es la de tener un órgano -no gestor, sino mediador-, que de algún modo colegie a todos los profesionales del arte contemporáneo de Galicia.

-¿Y por qué no había algo así hasta ahora

-Tradicionalmente se ha considerado a la producción artística como algo separado por géneros: pintor, grabador, escultor... Y eso no obedece a la realidad, porque desde hace tiempo es raro encontrar a un artista que se maneje exclusivamente en un medio. En esa tradición de dividir era complicado encontrar la base para establecer un gremio. Además es un colectivo muy particular, porque como artista eres una empresa autónoma, y eso implica que haya mucha gente activa, pero a título particular, lo que es totalmente lícito, pero indudablemente si hay un ente que vele por los intereses comunes será más fácil para todos.

-¿Qué ha detonado su aparición precisamente ahora?

-Tiene mucho que ver la crisis, sin duda. Ha habido distintas asociaciones a lo largo del tiempo, pero por distintos motivos no llegaron a funcionar. En los últimos años ha habido una sensibilización acerca de la participación en la toma de decisiones comunes. No ha sido un giro radical, sino una concienciación paulatina. Además, ahora es mucho más fácil comunicarse gracias a las nuevas tecnologías, lo que también ayuda.

-¿A qué se debieron los fracasos de los anteriores intentos?

-A varios motivos. Conflictos de egos e intereses personales, porque no estaban formalizadas ni legalizadas las asociaciones desde el punto de vista administrativo... No es fácil, porque somos un colectivo muy heterogéneo. Hay muchos que han salido de la facultad de Bellas Artes, pero también hay arquitectos, por ejemplo. Así que el proceso de colegiación, por llamarlo de alguna manera, no es tan sencillo como en el caso de los abogados, médicos o arquitectos. Llegamos de lugares muy distintos y necesitamos converger en un punto común para tener un sola voz.

-¿Qué requisitos hay que cumplir para poder pertenecer a la asociación?

-Se planteó esa cuestión, y es un verdadero problema, porque hay una enorme cantidad de gente que se cree artista, pero que no se corresponde con su realidad profesional. Y no somos una asociación de personas que se consideran artistas. Sin embargo, hay grandes artistas que evitan esa etiqueta. Básicamente, cualquiera que haya tenido una actividad profesional dentro del arte contemporáneo podría entrar en la asociación. Todos los ingresos se aprueban en asamblea y hemos tenido candidaturas que no se han aprobado porque pertenecían a áreas periféricas al arte contemporáneo, como gestores culturales. Con ellos esperamos colaborar muy intensamente, pero no pueden formar parte de la asociación.

-Van a ejercer de intermediarios entre los artistas y las instituciones, administraciones...

-Venimos de una relación entre los representantes de la sociedad y el arte en la que el creador fabricaba algo alrededor de lo cual la otra parte generaba todo un movimiento económico del cual obtenía beneficio que, sin embargo, no repercutía en el artista. La cosa está cambiando. Hasta hace poco era normal que cobrase todo el mundo menos el artista. Ahora se empieza a tratar a los artistas como profesionales, pero queda mucho camino por recorrer.