La humanidad de las señales

Patricia Blanco
Patricia Blanco EN PEQUENO

CARBALLO

26 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando uno pasa demasiado tiempo consigo mismo y sobre todo sin grandes estímulos externos ruidosos, los pequeños detalles pueden cambiar el rumbo de la jornada, la buena o la mala sensación. Cualquier cosa nimia a ojos de otras personas puede ser un mundo a los ojos de quien lo ve. Si uno es ajeno a los movimientos rápidos del mundo de usar y tirar que parece que se va imponiendo, puede que le sorprenda ver a decenas de personas apiladas sentadas en descansillos de centros comerciales mirando su móvil, esperando no se sabe muy bien el qué. Quizás todos acabemos sucumbiendo. Puede ser. El Camiño, escenario de historias como las de Lalo y Chelo, es uno de esos lugares que todavía van permaneciendo ajenos al mundo low cost, fugaz. No siempre, porque también hay espacios que se van deturpando, buscando más al turigrino que al peregrino. Hace tiempo que se viene avisando de que la gallina de los huevos de oro puede un día morir de tanto comer, y lo cierto es que despistes en las señales, confundiendo al caminante cuando ya viene cansado, bien puede acabar repercutiendo negativamente en el conjunto de la prolongación. Por más que sean errores, si lo son, los ruegos de quienes la transitan son claros y así lo escribían hace unos días en las redes de La Voz: «La indicación debe especificar y cada cual elegir su destino. Eso es una falta de respeto al caminante. Y cabrea mucho porque vas muerto de cansancio y no gusta que te tomen el pelo. Porfa, ponedlo claro». En un espacio y una ruta que ha tomado su alma de los humanos tiene que haber eso, humanidad. Quizás, por un ‘error’ nimio, Lalo y Chelo no se habrían encontrado. Y sería una pena.