La discoteca abandonada

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

CARBALLO MUNICIPIO

17 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las paredes de aquel sitio estaban impregnadas de la verdadera condición del alma humana, fuera la que fuera, y lo habían visto todo. Supongo que a ese lugar siempre lo había apadrinado la penumbra; en algunos cuartos nunca se vio la luz del sol, como si la oscuridad, que caía a chorros desde el techo sobre nosotros, le hubiera crecido desde dentro.

Solo los niños y los yonquis nos sentíamos seguros en Hesta Kurva, la discoteca abandonada camino a Palmeira, que podía ser el caso de A Revolta de Carballo. ¿Qué fuerza nos hacía coger las bicis e ir a ese lugar en ruinas? Subíamos a la cúpula y nos quedábamos allí embobados, tirando piedras al mundo y mirando el arrebol de las hojas que se abrazaban a la trama de una mano invisible que las mecía, las lamía con su lengua de gato y las rizaba como pasta italiana. Era precioso y era terrible. Lo recuerdo todo como quien recuerda una película japonesa, donde un cerezo en flor sale en primer plano deshojándose, pétalo tras pétalo, durante más de cien horas.

Quizá intuíamos que aquella discoteca era un reflejo de nosotros mismos. La ruina que seremos, una instantánea del tiempo transcurriendo… Ahora que van a derrumbarla para hacer la próxima residencia de ancianos me pregunto si, en una extraña carambola del destino, acabaremos allí en el futuro los que íbamos en bicicleta a intentar descifrar su historia. Sus historias. Nuestras historias. Historias de fantasmas. El paisaje de la Ribeira de nuestra infancia cambia y cada noviembre me pregunto, sin bici, sin piedras y sin discoteca abandonada, ¿qué voy a hacer con estas manos el resto de mi vida?