Carmela cumple cien años y aparenta 80, usa el sacho y camina tres kilómetros diarios sin bastón

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

BASILIO BELLO

Celebró en Berdillo una comida con familiares y sus vecinos de A Ramiscosa, en Sofán (Carballo)

04 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

De los pocos o muchos días que pueden ser especiales en la vida de una persona, llegar a los cien años sin duda es uno de ellos. Una cifra simbólica que hasta no hace mucho era un gesta, y hoy ya empieza a ser rutinaria, por la abundancia. Salvo que se trate de la de Carmen Rama Brandón, Carmela da Ramiscosa, por el lugar de la parroquia de Sofán (Carballo) en el que nació y vive: en su caso, los cien años que acaba de cumplir son excepcionales por el excelente estado de salud en el que llega a ellos. Nadie se los echa: ochenta, a lo sumo.

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Y algo así hay que celebrarlo. Ella lo hizo ayer en el restaurante San Lorenzo de Berdillo, acompañada de su único hijo, José Ángel, de otros parientes y, lo más llamativo, de muchos de sus vecinos de A Ramiscosa. Así que su fiesta también fue una celebración comunitaria, con muchas de las personas a las que ha visto nacer y crecer en su larga vida.

La historia de Carmela es común a la de tantas mujeres que, desde niñas, no han hecho otra cosa que trabajar en el campo. Era la menor de siete hermanos, los otros seis varones, y al final la más joven ha sido las más longeva. Nació el 23 de enero de 1924, así que para la comida ha esperado unos días más de la fecha exacta. Llegó ayer al San Lorenzo algo nerviosa. «Como se me fose casar», bromea. Quedó viuda hace 20 años. Tiene mucha retranca, ha perdido algo de vista, pero de lo demás, como nueva. Oye de maravilla. «E se falan de min por detrás tamén oio», avisa. El pensamiento, lo mismo: «A cabeza non me para quieta, traballa moito». Viste ropa moderna y elegante para lo que es habitual a estas edades. «De momento estou ben, ninguén me bota os cen anos. Aínda eu me estraño de ter tantos», explica.

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Camina cada día unos tres kilómetros, y sin bastón, junto a su hijo. Maneja el sacho cuando le toca, por ejemplo cuando vaya a plantar la huerta, en los próximos días. «Para saber cando empezamos a poñela hai que mirar antes como está a lúa», avisa. Planta y apaña patatas, y todo lo habitual en la huerta de casa. «Feixes de herba na cabeza xa non traio, pero trouxen moitos», recuerda. Está encantada de poder reunirse con tantos vecinos. «Somos moi ben levados, quérenme todos». Tocó muchos años la pandereta, y cantó lo que pudo. Fiaba liño. Sus tiempos fueron otros, pero qué bien se ha adaptado a los actuales. De aquellos otros recuerda a su padre, que fue maestro de los de entonces y que llegó a los 90. De él ha heredado su energía. Y se acuerda del cura Antonio Carracedo, el que al final se desplazaba en carro de vacas. «Foi o que me casou. Leveille catro ducias de ovos cando o fixo».