Fray Martín Sarmiento y su paso por la comarca y O Cadoiro de O Ézaro

modesto garcía quintáns

CORCUBIÓN

MODESTO GARCÍA

El fraile benedictino dio a conocer la Costa da Morte a mitad del siglo XVIII

17 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Un famoso personaje gallego de las letras y las ciencias que dio a conocer nuestra tierra, la Costa da Morte, a mitad del siglo XVIII. Si os digo que se llamaba José García Balboa, hijo de Alonso García Gosende y de Clara Balboa Sarmiento, ambos de Pontevedra, poco o nada nos recuerda. Pero si este José Balboa, nacido el 6 de marzo de 1695, toma el nombre de Fray Martín Sarmiento, pronto lo relacionamos como el fraile benedictino que en 1710 ingresó en la orden del Monasterio de San Martín de Madrid. Allí estudia arte, filosofía y se desplaza a Salamanca para estudiar teología, ejerciendo de profesor en varios monasterios.

Le gustaba viajar a Galicia, recopilando topónimos y estudiando las lenguas románicas, entre ellas el gallego, de la que decía que debería aprenderse en las escuelas y los curas debieran conocer para confesar a sus fieles. Uno de los viajes más importantes a nuestra tierra fue en el año 1745. Andando con su borriquillo desde Madrid tomaba nota de los detalles que encontraba. Estos conocimientos le valieron para crear el Real Jardín Botánico de Madrid y otros, así como bibliotecas, pero lo que nos interesa es lo que vio cuando pasó por lo que ahora conocemos como la Costa da Morte.

Sabemos que pasó por el Monte del Guadarrama el 9 de mayo de 1745. En sus anotaciones dice: «Nos dieron cuatro camas, pero sin ninguna manta, pues dijeron que en las camas de este país no se usan mantas». Llegamos al día 15 de agosto y escribe: «Dije misa en el priorato (Moraime) y fui a visitar el Santuario de Nuestra Sra. de la Barca». Reseña con detalle los alrededores de Muxía para regresar a dormir al Monasterio de Moraime. Al día siguiente continúa el camino por Bardullas, Pontenova. Aquí dice: «No hay puente, ni nueva ni vieja, sino unos pasales, pero lo habría antes». Sigue por el Valle de Duio al Cabo Fisterra. Apunta: «Subí a pie a la ermita de San Guillermo que está muy mala, y San Guillermo de piedra vestido de agustino. Allí había como una pila o cama de piedra, en la cual se echaban a dormir marido y mujer, que por estériles, recurrían al santo. Allí delante del santo engendraban. Y por ser cosa tan indecorosa, se mandó, por visita, quitar aquella gran piedra».

Hizo noche en Fisterra para continuar bordeando la costa por Corcubión, Cee (solo dice que hay un arenal y junqueras), pasa el río de Brens y sube por Berroxe, Niñóns (Miñons) a San Crimenzo y Santa Eugenia del Ézaro o do Ézaro (Santa Uxía), sitio que también lo denomina como O Cadoiro. Aquí relata lo siguiente: «Mirando por una encañada al poniente, hay una vista primorosa pues se ve de plano la villa de Finisterre, y todo el promotorio; a la derecha las caídas a la iglesia de Santa Eugenia del Ézaro; en medio, o en la encañada, el sitio Cadoiro, o hacia donde se despeña el río Ézaro; y a la izquierda: la punta del monte Pindo, entre la cual, y la punta de la Piedra de la Galera, en Santa Eugenia, que es la que, con la punta de Ce hacen boca de la ría de Corcubión y Ce, cae o se precipita el dicho río. No pude acercarme a ver como se despeña, pero pasé muy cerca del sitio y me informé, que cae, no haciendo salto o catarata, sino precipitándose y haciendo como cascada y haciendo un pozo de inmensa profundidad y peligroso y levantando uno como monte de espuma y polvoreda, pues el Ézaro lleva muchísima agua».

Continúa el viaje hacia Muros cruzando el río Xallas por A Barca dos Cregos, pasando por el lugar de Eugilde (Enxilde) donde hace el siguiente comentario: «Al mediodía se ve de frente el monte Pindo, el cual es un monte empinado, como sierra, cadena o retablo de montes unidos que hacen a la vista una figura más hermosa que la montaña de Monserrate y creo que será antiguo, y que se le habrá puesto a imitación del Pindo de la Grecia. Representa a la vista uno como coro de las musas, representadas en nueve collados distintos y muy escarpados; y en el medio se eleva sobre todas una montaña más alta como la Bicípite o con dos collados. A la derecha del que mira hay cinco collados, o cinco musas, y en la cumbre de uno de ellos, que representa una mámula o teta, y mira hacia el despeñadero del Ézaro, se eleva un antiguo edificio y oí decir a un rústico, que era a imitación de la Torre de Hércules de La Coruña, y que había allí ruinas de edificios, jardines, calzadas, etc. todo de sillería. Acaso sería faro, y así se debía registrar de más cerca». Aquí finalizamos el relato que nos dejó este importante personaje. En pago, a quien corresponda, se deberían plasmar sobre el terreno con una reseña, estatua, imagen o placa en el Mirador de O Ézaro.