«El gran drama de nuestro tiempo es la deshumanización del hombre»

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

DUMBRÍA

XESÚS BÚA

Ángel Orcajo, pintor madrileño con residencia en Buxán (Dumbría), inaugura mañana una obra dedicada a Rosalía en la lonja de Muxía

27 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Miembro destacado de la generación pictórica del 70, profesor, amigo personal de Antonio López o Luis Gordillo, con obra expuesta en algunas de las principales galerías de Europa y Estados Unidos,... la trayectoria de Ángel Orcajo (Madrid, 1934) resulta difícilmente abarcable por extensa, aunque mantiene siempre un hilo conductor: «Que el espectador reflexione» sobre una realidad cada vez más gris, intensa, dramática e incluso hasta violenta porque para Orcajo «el gran drama de nuestro tiempo es la deshumanización del hombre» y sobre eso lleva pintando prácticamente toda su carrera.

La Costa da Morte se le cruzó por el camino en un viaje juvenil en tren a Pontevedra. «Iba a ver a mi hermano, que es dos años menor y que trabaja en Celulosas de Pontevedra. En el tren conocí a Maribel [Dumbría, también artista plástica] y, como ella también vivía en Madrid, empezamos a salir, nos casamos y me he vinculado de una manera tremenda a Galicia, por eso y porque me encanta. Encuentro más verdad en los ambientes rurales que en trabajar con empresas, galeristas... Nos compramos dos casas aquí, una ya la vendimos y vivimos en la de Buxán (Dumbría)».

Los salones de plenos de Fisterra, Muxía o Dumbría están presididos por obras de Orcajo, pero hay otras muchas piezas -casi siempre grandes e impactantes formatos- repartidos por la zona, desde Santa María das Areas al tanatorio dumbriés, además de en Santiago o A Coruña, de las que la parte artística es en muchos casos donación.

Mañana, con música de Wagner, El holandés errante para más señas, y presentación de Antón Castro se descubrirá en la lonja muxiana otra gran composición, este homenaje a Rosalía, que también influyó ya la obra del tanatorio de Dumbría. «Me gusta mucho, es muy buena. He leído a Lorca, a Machado, a casi todos de estos y Rosalía me encanta. De vez en cuando vuelvo a sus reflexiones, aunque menuda vida le debió tocar, primero enterándose de que era hija de un cura, con lo que eso suponía en la época, luego perdiendo dos hijos, el tifus...

Y es que la persona, en este caso particularizada, pero generalmente desde la óptica de la reflexión ha impregnado toda la obra de Orcajo. Un trabajo en el que, gracias a dedicarse profesionalmente a la enseñanza, le ha permitido en cada momento pintar lo que le daba la gana, sin depender de galeristas, contratos, modas ni condicionante alguno y siempre con una conciencia crítica desde la izquierda social y cierto apego a la religión por lo que tenía de fuerza controladora frente a un preocupante relativismo moral. «Mi rebelión ha sido luchar desde la pintura contra el poder en favor de los que menos tiene», resume el artista, que define su generación como una respuesta ante movimientos como El Paso y, en general, las corrientes anteriores que, a su juicio, en el camino a la abstracción, vaciaron la pintura de significado. «En los 60-70 recuperamos la figuración en la medida en que facilitaba el diálogo», señala Orcajo, que rechaza la dependencia absoluta de esa referencia figurativa que sufre su buen amigo Antonio López, pero también reacciones contra el neodadaísmo de Yves Klein y «la chorrada esa de que mi mejor cuadro está por hacer. Lo estará si lo haces», reflexiona Orcajo, preocupado por el camino de banalización inducido por las tecnologías de la comunicación y enamorado de Galicia.