Natural de Ponteolveira, un lugar de paso obligado en Mazaricos para los peregrinos que se dirigen a Fisterra, Manola Rodríguez abrió, hace ahora un año, un albergue emplazado en una antigua propiedad familiar que fue rehabilitada. Ella recuerda que «cando eu era pequena falábase do camiño real, pero non había peregrinos como agora. A afluencia de persoas que van cara Fisterra vai en aumento cada ano».
Su establecimiento se sitúa justo en el límite con el municipio de Dumbría, al lado del puente que da nombre al lugar, y cuenta con 28 camas. Pernoctar tiene un coste 12 euros y de atender a los huéspedes se encargan tres personas: «Ás veces temos dificultade para entendernos, pero ímolas superando e a verdade que o trato cos peregrinos é moi bo. En agosto acoden máis españois e, o resto do ano, estranxeiros. Este ano aínda non viñeron moitos, supoño que empezarán a facelo a partir de agora».
Manola Rodríguez explica que, en ocasiones, ella relata a sus particulares inquilinos que ella nació en ese lugar y afirma que a ellos les gusta escuchar sus historias. Rehabilitó el inmueble, que estaba en ruinas, para evitar que se perdiera para siempre y, al mismo tiempo, pensó en darle una utilidad: «Co auxe do Camiño considerei que era unha boa idea».
Además de pasar la noche a cubierto, en su establecimiento se ofrece comida: «Temos o menú do peregrino e tamén facemos bocadillos. Nada luxoso, pero o suficiente para que os que veñen poidan repoñer forzas e proseguir a marcha».