Los restos del «Cason» vuelven a crear debate tres decenios después

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

BUCEO FINISTERRE

Una empresa de Carballo gana la subasta para extraer miles de toneladas de hierro

22 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A finales de año, el 5 de diciembre para ser exactos, se cumplirán tres decenios desde que el mercante Cason se fue al fondo en Punta do Castelo, lo que le costó la vida a 23 marineros y desató una alarma, que a la postre se reveló poco justificada, con evacuaciones masivas en Fisterra y otros pueblos vecinos. Todos aquellos hechos, que mucha gente de la zona vivió en primer persona, vuelven a ponerse de actualidad a cuenta del destino que se le puede dar al pecio, respecto al que hay abierto un debate, entre el legítimo interés de las empresas de desguace y el de empresas turísticas, vecinos y el propio Concello de Fisterra, para quien carece de sentido destrozar un testimonio de la historia, entorno al que se ha creado un ambiente de vida marina, por unas cuantas -varios miles, según las estimaciones- toneladas de hierro.

La Junta Delegada de Enajenaciones y Liquidadora de Material del Cantábrico (JDELMC), que tiene su sede en el Arsenal Militar de Ferrol, sacó a subasta pública en octubre del año pasado el contracto de «extracción de los restos del buque Cason», con la única obligación -al margen de las técnicas- para las empresas interesadas de depositar una garantía definitiva, es decir cuando le fuese concedido el contrato, de 10.000 euros. Había de plazo hasta el 11 de enero y el 26 se abrían los sobres con las ofertas.

La ganadora, según confirmaba ayer por la tarde su gerente, ha sido la firma carballesa Desguaces Lema, con una amplia experiencia en el sector y que ya ha trabajado en otras recuperaciones similares, como la del petrolero Mar Egeo, embarrancado en A Coruña. Está llevando a cabo los trámites correspondientes y confía que, en cuestión de meses, pueda estar retirando los miles de toneladas de metal del barco.

Sin embargo, en Fisterra no se ve con buenos ojos que el destino del Cason sea este. El alcalde, José Marcote, consultado ayer al respecto, calificaba el buque como «unha parte do patrimonio subacuático que non estorba para nada e que ten máis valor que unhas cantas toneladas de ferro que se poidan sacar de aí». Además, incide en que se trata de un biotopo ya consolidado y que en muchos sitios «afúndense barcos ex proceso» para crear esta especie de arrecifes artificiales, con lo que carecería de sentido retirar uno que ya existe a consecuencia de un accidente histórico.

La polémica al respecto tampoco es nueva porque ya en abril del 2014 saltaron todas las alarmas cuando fue detectado un barco en esa zona próxima a la playa de O Rostro, que según todos los indicios se dedicaba a la extracción, ilegal en este caso, de restos metálicos procedentes del Cason. Los hechos fueron denunciados públicamente, aunque no existe constancia de que tuviesen repercusión alguna a nivel policial o judicial.

Del pecio ya han salido millones de kilos de metal

Qué hay o qué hubo en el casco del Cason es una incógnita que nunca se ha despejado del todo y que ha alimentado numerosas teorías, algunas de ellas disparatadas, precisamente porque así fue todo el proceso que rodeó el accidente y las actuaciones posteriores, un verdadero disparate que se saldó con 23 muertes, una alarma generalizada en la zona y ni un solo responsable.

Incluso se llegó a hablar de residuos nucleares y los medidores utilizados en la época sí detectaron presencia radio activa, aunque todo se enterrase en los cajones de la burocracia y quienes realmente saben del asunto, a día de hoy todavía se niegan a exponerlo con claridad.

Lo que sí está claro que había era barriles con sodio que al contacto con el agua del mar generaron las explosiones, que habrían sido una de las causas de la muerte de los marineros. Ahora bien, eso era solo una mínima parte de la carga, ya que el grueso de la mercancía transportada tenía más que ver con piezas de maquinaria y otro tipo de bienes metálicos. De hecho, quienes participaron en las primera recuperaciones lo que obtuvieron, sobre todo, fueron miles de tuberías de acero machihembradas, es decir, preparadas para ensamblarlas entre ellas, que tenían como destino plataformas petrolíferas. Sin embargo, lo más relevante entre los extraído fueron dos ejes de cola, una pieza fundamental en la transmisión de la potencia de la máquina a las hélices, de 250 toneladas cada uno, que no eran los del propio barco sino que los llevaba de carga. Fueron cortados con una tecnología entonces incipiente y vendidos a 50 pesetas el kilo.