Rogelio Martínez: «Ata soñando lle dediquei tempo ao Laxe, sacábao de onde non o había»

Melissa Rodríguez
melissa rodríguez CARBALLO / LA VOZ

LAXE

BASILIO BELLO

El Concello acaba de ponerle su nombre al campo de fútbol municipal. Fue presidente y directivo de la Sociedad Deportiva Laxe durante casi una treintena de años

12 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Rogelio Martínez Castiñeira es de esas personas que ya no abundan. Dedicó su vida en cuerpo y alma a la Sociedad Deportiva Laxe durante casi una treintena de años. El Concello viene de reconocerle su labor desinteresada poniéndole su nombre al campo de fútbol municipal.

Nacido en Coéns (Sarces-Laxe), va camino de los 81 años. Entró en la directiva como vicepresidente en el 1976, aunque de forma «rocambolesca», recuerda, pues no figuraba como tal en la Real Federación Galega de Fútbol: «Facía falta xente que estivera disposta a traballar, non a figurar. Acompañei ao presidente Jesús Vidal e ao ano seguinte xa me puxen eu á fronte», relata.

Desde el 77 hasta el 84 fue el máximo mandatario del club de fútbol. Luego siguió ocupando distintos puestos en la junta hasta que volvió a convertirse en la cabeza de la entidad. Fueron veintisiete años de entrega total al Laxe, pues no fue hasta el 2003 cuando se quitó el mono de trabajo, porque ya lo dice él: «Mentalmente sigo sendo do Laxe». Continúa arropando a la agrupación con su carné de socio.

Rogelio se enamoró del deporte rey escuchando las crónicas de Matías Prats y Enrique Mariñas en la radio. Ellos son los culpables de hacerlo acérrimo del Real Madrid. Echó tanto tiempo en el Laxe «porque buscaba unha satisfacción, demostrarme a min mesmo que podía facer algo polo fútbol afeccionado sen sacar rédito de nada», explica.

Este laxense tiene una historia de superación detrás. Cuando tenía dieciocho años y trabajaba en un aserradero, sufrió un accidente que acabó con su mano izquierda: «Un camión cargado de pinos nunha curva machucouma». A partir de ese momento se dedicó a la agricultura, que era «o que había na casa», y más tarde, al pastoreo de ovejas, hasta los 71 años.

Trabajó como el que más en el Laxe. «Dedicáballe 24 horas. Ata soñando lle dediquei tempo, sacábao de onde non o había», comenta. Este equipo era una ilusión para él. A la pregunta de qué era lo me más le gustaba de su vinculación al club, es claro: «Traballar. Menos marcar goles fixen de todo». Suplió la carencia de una mano con «maña» y para todo estaba Rogelio: cortaba el césped, pintaba... Tiene anécdotas en este sentido: «Un árbitro que veu pitar un partido díxome no descanso: ‘Está moi limpo o vestiario, vouno poñer na acta, porque nós antes que colexiados somos persoas’».

El trato a los trencillas marca la principal diferencia entre el pasado y el presente del balompié, considera Martínez Castiñeira, entre otros aspectos, aunque él siempre fue «amable e respectuoso con todo o mundo», algo que es por todos conocido. «Antes o fútbol vivíase máis a lo loco, o público non reaccionaba ben se perdía o seu conxunto», cuenta. «A maiores, os campos eran de herba natural e había que arranxalos...», añade.

Rogelio caminaba todos los días doce kilómetros, o lo que es lo mismo, dos horas, para ir al estadio y regresar a casa. Era algo que le gustaba, confiesa, pues le ayudaba a mantenerse en forma. Cuando tenía que ir a A Coruña por temas federativos, viajaba en el Finisterre. Esta es otra de las diferencias que encuentra con el fútbol de hoy en día: «Agora xa está a subdelegación en Baio, a seis quilómetros», dice.

Con tres Copas da Costa y seis finales disputadas y un título de liga en Segunda gallega, acudía al campo «de vez en cando» hasta la llegada de la pandemia. Está agradecido por el reconocimiento del Concello y espera que pase «pronto» el virus para poder volver, esta vez ya con su nombre.