«Ponteceso es sustancial a mí»

PONTECESO

XOÁN A. SOLER

También director del Instituto Padre Sarmiento, nació en la misma casa que Eduardo Pondal, con el que le unen lazos de parentesco

19 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés nació «en el piso de arriba» de la casa natal de Eduardo Pondal, al pie del Anllóns. «Fue el día de la Barquiña del 52», detalla. Explica que nació en Ponteceso, «porque nací en el verano», pero que en realidad «estaba destinado a nacer en Santiago»: «Dicen que mi madre echó mal las cuentas»... Hoy son 12 hermanos, pero fueron 14. Pardo de Guevara es el director del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, así como el coordinador o delegado institucional del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Galicia. Hace una semana asistió a los actos del centenario de la muerte del poeta Eduardo Pondal, al que le unen lazos de parentesco, de ahí su nacimiento en una vivienda tan simbólica. «El actual dueño de la casa de Pondal, Jaime Valdés, es hermano de mi madre: mis abuelos fueron Cesáreo Valdés Abente [sobrino del escritor] y Teresa Parga Pondal. Por eso, mi parentesco con Eduardo Pondal es doble: por Pondal y por Abente, pero más próximo por Abente, pues la heredera de la casa fue doña Eduarda Abente y Lago, que es mi bisabuela», precisa.

-¿Cómo vivió los actos del centenario celebrados en O Couto?

-Tenía especial interés en acudir, dado que se trataba de una fecha señalada y de un acto significativo; iban además buenos amigos de aquí, autoridades de la Xunta, y quería acompañarles. Por otra parte, ir a misa en Cospindo es algo que siempre me ha resultado especialmente grato; allí están enterrados mis abuelos y otros familiares; allí fui bautizado [al igual que el poeta] e, ademais, chámome Eduardo, como me gusta añadir. Siempre que voy a Ponteceso siento algo especial, una mezcla de alegría y emoción… Aunque supongo que esto le pasará a todos con su tierra. Yo lo experimento siempre, en cada ocasión.

-Un vínculo especial.

-Sí, aunque reconozco que con solo un mes nos fuimos a vivir a Madrid, después a Guadalajara, Jaén... Me formé luego en Madrid, estuve destinado en Barcelona, volví a Madrid y, ya con 40 años, vine destinado a Santiago. Pese a todo, mi relación con Ponteceso se ha sostenido en el tiempo y siempre ha sido directa; más próxima e intensa en los primeros años -hasta que cumplí los 14 o 15-, ya que íbamos todos los veranos a Ponteceso o a Laxe, aunque yo tenía una mayor querencia por Ponteceso, donde tenía muchos y buenos amigos. Después, cuando nos fuimos a vivir a Jaén, Ponteceso se nos quedó muy lejos; y ya cuando volvimos a Madrid, comenzamos a vincularnos más con la casa familiar de mi padre, en tierras de Lugo. Es la que he heredado y a la que me siento más obligado. Sin embargo, nunca he dejado de lado mi sentimiento y proximidad a Ponteceso: procuro ir todos los veranos, aunque solo sea un día.

-¿Cómo valora el trabajo encomiable de la Fundación Pondal?

-Exactamente así, como algo encomiable, aunque confieso que solo lo sigo desde la distancia, por lo que me cuentan y por lo que veo en los medios de comunicación. Les felicito y animo a proseguir.

-¿Son muchos los recuerdos que guarda de su Ponteceso de niño?

-Guardo infinidad de recuerdos y todos los evoco inevitablemente con creciente añoranza. Para mí, ser de Ponteceso no es accidental sino sustancial y, además, siempre me he complacido en ello. Recuerdo que, de niño, algunos de mis hermanos se burlaban de mí porque yo presumía de ser de Ponteceso, por aquello de que era un pueblo y de que éramos pocos lo que podíamos presumir de ello [ríe]. Pero mi orgullo era por Ponteceso, no por Eduardo Pondal y menos todavía por la triple y muy singular circunstancia del parentesco, la casa y el nombre. Todo esto comencé a apreciarlo y valorarlo mucho después… Casi diría que ha sido a través de mis propios hijos: siendo niños, fueron allí de excursión con el colegio, les enseñaron la casa natal de Eduardo Pondal y, cuando dijeron que allí había nacido su padre, no les creyeron…

«La movilidad es buena y necesaria para un investigador. El problema es que el sistema no pueda absorber el retorno»

Desde el 2012, Pardo de Guevara es delegado institucional del CSIC.

-¿Cuál es su papel en el organismo?

-Entre las funciones que me competen figura la representación institucional del CSIC en Galicia, la interlocución con sus autoridades, instituciones y organismos, así como la coordinación de actividades e iniciativas de los centros de investigación. A ello se suma lo relacionado con la promoción y visibilidad del ente, a través de las unidades de Comunicación y Cultura Científica.

-¿En qué momento está el CSIC?

-El CSIC ha atravesado una etapa muy difícil, que se inició con los recortes de 2009 y se sintió con mayor gravedad en 2012 y 2013; fueron años duros y difíciles, cuyos efectos se advierten en algunos indicadores. Por fortuna, en el 2014 iniciamos un proceso de recuperación, lento pero continuado; el CSIC, naturalmente, sigue siendo el mayor y más importante organismo público de investigación de España, cuenta con el 6 % del personal dedicado a la I+D+i y genera aproximadamente el 20 % de la producción científica nacional.

-¿Cómo percibe lo que se ha venido en llamar «‘fuga de cerebros’?

-Es un asunto serio, grave, del que se habla con recurrencia, pero hay que precisar de inmediato que el problema no está en que los investigadores jóvenes y bien formados salgan fuera, pues esa movilidad es buena y necesaria. El problema está, naturalmente, en la dificultad de nuestro sistema para absorber o hacer atractivo el retorno, que es igualmente bueno y necesario. Así, más allá de los dramas personales, que existen, debe advertirse el peligroso incremento de la edad media de los investigadores consolidados. Urge, pues, arbitrar soluciones y promover la inyección de savia nueva; esto es, ofrecer oportunidades para que puedan desarrollar aquí su carrera investigadora. Se están haciendo esfuerzos en este asunto; pero es necesario perseverar mucho más en el empeño.

-La Fundación Pondal tiene en marcha unas Aulas Científico-Tecnolóxicas para pulsar el talento de los más pequeños en el rural.

-Me parece una iniciativa excelente. Nosotros mismos valoramos su importancia y por eso llevamos ya años desarrollando en Galicia actividades de naturaleza semejante. Por ejemplo, el proyecto Exper-i-Ciencia CSIC, con el que cada año llegamos a miles de estudiantes gallegos, con el apoyo de la Fundación Barrié de la Maza. Las charlas pueden ser solicitadas de forma gratuita por cualquier centro gallego y cubren todos los niveles educativos.

-¿Qué le diría a un niño que sueñe con ser un investigador?

-Le hablaría de mi recorrido vital, porque podría resultarle ilustrativo, y le diría después, con la mayor prudencia, lo mismo que en su día me dijeron a mí: «Si tienes vocación y tienes claro el objetivo, lucha por ello. El camino es difícil y exige mucho esfuerzo y perseverancia, pero compensa».

-¿Qué tiene ahora entre manos?

-Además de los asuntos cotidianos de gestión científica, estos últimos meses estoy centrado en concluir un libro sobre Mujeres con poder en la Edad Media gallega, una obra colectiva, fruto de dos proyectos de investigación sucesivos que he dirigido en los últimos años; mi contribución es un repertorio de más de medio centenar de biografías de mujeres gallegas. Todo un reto.